Plantemos enredaderas como andamios a las copas llenas de los árboles. Subamos a tomar la luz de cada amanecer. Y acompañemos a las nubes en sus fugas por los cielos hasta que el sol nos diga cada día hasta mañana.

Plantemos más. Y más todavía. Hay tiempo para las semillas. Ellas están ansiosas de expandir raíces, de crecer maleza, de tapizar al mundo con su manto fresco y verde de la hierba. Transmutando luz en aire límpido. Y ofreciendo frutos deliciosos por el puro placer de dar. De darse.
He aquí. La entrega es el origen de la abundancia.

Y plantemos nuevamente. Nuestros pies descalzos en la tierra enraizan aunque estemos en contínuo movimiento. Plantéemonos nuevos planos, sin planes pero plenos, donde todo armonice con el todo. Convivencia sagrada. Hábitat. Simbiosis.

Y entonces sí. Acostémonos a la sombra a seguir regando nuestros sueños.