La galería era muy larga, el silencio penetrante, unos focos de tenue iluminación parecían dar una paz especial al ambiente, si miraba a los costados algunas láminas de Miró, Modigliani, Cezanne y alguna otra desconocida para mí aportaban algo no se indefinible. Las ruedas de goma amortiguaban los movimientos del andar, de pronto cruzamos una puerta y la intensidad de la luz varió, una lámpara central con múltiples focos reflectores hacía casi traslucida la piel.
Me pasaron de la camilla a la mesa de operaciones con la facilidad que da la experiencia, el quirófano impecable y esos individuos con máscaras, gorros, uniformes verdes, guantes y cubre zapatos, y que desde la posición del paciente parecen no tener sexo, se mueven con agilidad dando vida a diferentes aparatos y controles, el agua corriendo para el último lavado de manos del cirujano, y la pregunta esperada del anestesista para asegurarse que uno está en ayunas.
Es el momento, una inyección que no sentimos, se nos pide contemos de diez a cero y generalmente al llegar a 6 ó 5 pérdida de la conciencia y todo comienza.
A todo este proceso había llegado luego de una consulta que derivó en la necesidad de extirpar la vesícula, tiene piedras fue el veredicto y hay que operar la sentencia. Agregó es una pavada una operación con laparoscopía, su obra social la autoriza.
Desperté sin dolores, envuelto en la misma horrible bata en que te llevan a la sala de operaciones, pero ya con la tranquilidad que todo había terminado, nuevamente la galería y la habitación y el reencuentro con los seres queridos que preocupados te esperaban. Un ratito de mimos y la enfermera que los invita a retirarse vendrá el cirujano a dar su informe, la operación fue un éxito, etc.etc., cuando todo va bien no tardan en aparecer.
Dos días de internación y el alta, a tu casa contento pero la alegría no dura, aparece fuerte dolor y fiebre, se llama al médico que dando poca importancia al caso receta los antibióticos por TE pero la fiebre persiste, urgentes análisis una ecografía y nuevamente a quirófano, una infección y a comenzar todo de nuevo. En esta oportunidad el médico fue más cauto mencionó que hay un porcentaje de pacientes que pueden sufrir alguna complicación, suele ser un 2% agregó.
Ya recuperado y con el dudoso honor de formar parte del 2% y habiendo salvado el pellejo por un pelo, recuerdo una cita de un viejo médico al que la medicina moderna ya no tiene en cuenta y que decía “toda operación por más sencilla que parezca tiene riesgo, y merece todos nuestros cuidados, la atención y el seguimiento del paciente hasta su total restablecimiento son imprescindibles”.
Ahora cuando me pasa algo indago más, hago una segunda consulta, quedé con miedo, la medicina avanza, hay médicos con excelentes conocimientos técnicos, pero la parte humana, no sé me estoy poniendo viejo y los viejos somos desconfiados.
|