Me levanté y la sonrisa aún dormía.
Salí al jardín y esperé el regréso de la familia de los teros.
(Únicos visitantes sin segúndas intenciones ).
Las flores soñaban algún orgasmo volador.
Con ansías sus pétalos generosamente abiertos
derrumbaban pudores. Deslumbraban los sentidos
hacia la voluptuosidad y en su idioma imitaban
cantos de sirenas. Meciendo en su cuna
la aurora de sus colores carnosos.

Me levanté y la sonrisa aletargada . Se negaba a la alegría de la burla,
a la risa facíl y a lo descarnado de la ilusion plácida.

En mi salida busqué ,afanosamente la Mantis de los canteros.
Necesitaba de su eterna y voraz plegaria al dios destructor.
Necesitaba de su fé increible para continuar sin sembrar.
(Solo cosecha cruenta y sangrienta , para su bienestar. Sin apuro.
Hacía el hastío basto de la plenitúd que núnca llega ).

Miraba el cielo y las blancas nubes viajaban sin destino
y las manchas negras rompieron la debil armonía.

Los teros bajaron con suavidad y sus alas extendidas acariciaron el suelo.
Montaban perfectamente sus miradas indiferentes de ignorancia.
Y en el verde pasto, pintaron un cuadro de sinfonía negra con sus crías.
Y la armonía y la paz fueron melodiosas cuando el padre devoró
la mejor de las flores y el hijo a la Mantís que oraba.

El jefe miró arrogante a su familia, desde su altura de poder.
Mientras los demas miraban a los demas. Expectantes a su paso.

Me levanté ( y la sonrisa aún dormía) . Miré como se alimentaban.
Y eche andar esperando el regreso del día despertado.