Mi tío Venancio se acuesta con redecilla en la cabeza para que no se le estropee el tupé. Mi tío Venancio se pone toneladas de brillantina y fijador en el pelo, «para estar elegante», dice, relajando las vocales hasta el infinito. Mi tío Venancio tiene un pelo negro, cuajado, que le nace a cuatro centímetros de las cejas y que se peina para detrás con una raya impecable a la derecha y que al final cae cortado a lo león sobre el cogote. «Cuello», dice mi tío Venancio, «cogote tiene las gallinas». Mi tío Venancio es un seductor, yo he llegado a contarle hasta seis novias por temporada y a todas les regalaba un corpiño, que no sé lo que es. Mi tío Venancio vive en mi casa conmigo y mis padres, porque no trabaja. Mi tío Venancio es hermano de mi madre. Mi madre está todo el día trabajando. En mi casa también viven los abuelos y las hermanas de mi madre que son tres, pero es como si fueran una. Están todo el día hablando. «El tío Venancio es un chico muy, pero muy especial», dice mi madre que lo quiere un montón. El tío Venancio come como un pajarito y es alto y delgado y siempre lleva chaqueta y tiene una máquina fotográfica Zenit-E, «la mejor máquina del mundo, fabricada por los camaradas de Krasnogorsk». Mi abuelo dice que mi tío Venancio es totalmente prosoviético, «un caso perdido, no se ha enterado de nada». Mi abuelo es un enterado, dice mi tío Venancio, «un pequeño burgués de Mayo del 68, un diletante». Tan poco sé lo que es «pequeño burgués», «Mayo del 68» y «diletante». (No puedo seguir así, sin enterarme de nada, me estoy perdiendo media vida) Mi tío Venancio está muy enfermo y se lo han llevado al hospital. Vino una ambulancia a buscarlo y lo sacaron en camilla. No dijo nada y tenía la cara afilada, afilada. No llevaba puesta la redecilla del pelo. Mi madre dice que se va a morir y mi abuelo se ha quedado callado. Yo le hice así con la mano cuando salió, pero no me miró.
JUAN YANES |