Las sogas parecen animales indolentes pero son sierpes de hilo que salen de la cesta de los faquires haciendo sonar sus crótalos. Hay sogas que son gatos, cuerdas que ronronean, maromas que saltan de contento. Llevan nombres extraños: volatines, sirgas, crisnejas, cabos, lías, trallas. Ahora las hacen de nylon y polipropileno. Ahora no tienen dignidad. Las sogas verdaderas están hechas de fibras sentimentales, su textura es la del cuerpo elástico de las bailarinas orientales. Las cuerdas verdaderas están trenzadas con nombres de cosas auténticas: cáñamo, abacá, cola de tigre, formio, ananás, agave sisal, esparto, coco, yute. Nombres de cosas que sienten, porque también son animales vivos.
………. Pero cualquiera que sea su origen, hay un punto de inflexión. De pornto se convierten en seres astutos y sinuosos. A partir de ese momento observan encaramadas en los armarios, miran a través de las alacenas de puertas de cristal, se hacen las dormidas en los percheros. Aparentemente siempre disponibles, pero nunca dejan de vigilarnos. No soportan ser columpios, ni juguetes para saltar a la soga en el patio del colegio y alargar inútilmente la infancia. No soportan convertirse en guirnaldas de flores en las desabridas fiestas de los pueblos, ni en los desfiles de celebración de dudosas victorias, ni en las procesiones al paso de las autoridades religiosas, militares y civiles. Tampoco les gusta servir de amarras en los muelles pegadas a los bolardos en la arista de piedra de los diques. Las sogas tienen su propia idiosincrasia.
………. Su verdadera pasión son las vigas, cuanto más altas mejor, las sólidas ramas de los castaños, los hastiales de las casas. Las sogas aman las escaleras de tijera y los nudos corredizos. Les gusta el balanceo del péndulo y el estallido de las vértebras. Las sogas desocupadas sólo esperan el momento propicio para saltar y romperte el cuello. Las sogas son animales asesinos.
JUAN YANES |