Cuando la lluvia caía sobre su rostro, Nadia se sentía feliz por aquel momento, ya que añoraba la lluvia inesperada, así como el calor del día, para ella era la combinación perfecta para serenar su ansiedad. Hace mucho que vivía en soledad, en una casa rodeada de personas con diferentes realidades, pero la lluvia era su mejor amiga para mitigar la soledad, que por meses de una u otra forma se convirtió en su sombra. Nadia se alegraba mucho cuando llovía, le recordaba a su hogar, alegre y acogedora, llena de risas y caricias.
Con el pasar del tiempo ella dejó aquella casa, la soledad ya no era tan sombría, era más bien una amiga, ahora Nadia vivía sola. Poco a poco hizo amigos, todo un reto para ella, conocer personas y más que nada dejar que éstas entren a su vida, Nadia se dio cuenta que era importante para ella hacer amistad con alguien real. Ahora con más fortaleza, era menos difícil hablar con otros, Nadia ya no estaba sola. Con los años conoció a muchas personas y una de ellas se quedó para siempre con aquella joven llamada Nadia, ahora ella vive en un hogar alegre y acogedor.
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