Frase tomada del libro “LA RESISTENCIA”
“ME AVERGÜENZA PENSAR EN LOS VIEJOS QUE ESTÁN SOLOS, ARRUMBADOS RUMIANDO EL TRISTE INVENTARIO DE LO PERDIDO”
Ernesto Sábato
Inspirado en esa frase el presente cuento:
Francisco un hombre saludable de unos ochenta años vivía solo en su casita de Temperley, después de trabajar ocho años en una sodería y más de cuarenta y cinco en el ferrocarril, había logrado su merecida pero magra jubilación.. A lo largo de su vida formó una hermosa familia, con María su esposa y compañera de siempre criaron con amor y cariño a sus dos varones y la nena tan ansiada,.María había partido al viaje final hace ya dos años, y sus tres hijos de más de cuarenta casados, y con hijos, luchando por la subsistencia diaria, sus propios problemas y los de sus hijos adolescentes, iban espaciando las visitas a su padre, la soledad de Francisco se acentuaba día a día.
Esa mañana de invierno se levantó como siempre a las seis para dar de comer a sus pájaros amados y limpiar su jaulas, tarea que era la más importante del día para Francisco, y a la que se dedicaba con gran cuidado, estaba orgulloso de sus jilgueros que devolvían los cuidados con hermosos cantos.
El primer aviso fue simple casi imperceptible, Francisco casi no le dio importancia ese pequeño temblequeo lo atribuyó al frío del crudo invierno que estaba pasando, para colmo la estufa que no había podido encender, sucio quizá el quemador o vaya a saber que pero que cuando llegara alguno de sus hijos se iba a solucionar.
Siguieron transcurriendo los días con la rutina de los pájaros, limpieza de la casita, algún mandado a la pollería, única carne que podía comer si quería llegar a fin de mes con su jubilación, y la panadería y sus dos flautitas crujientes, su debilidad. Hacía diez días que los chicos no venían, pobres los justificaba Francisco, los problemas que tendrán, está todo muy difícil y yo me arreglo muy bien así que…
El segundo aviso fue más complicado, viniendo de la panadería las piernas se le aflojaron y cayó pesadamente frente a la casa de su vecina que afortunadamente lo vio caer y corrió a prestar auxilio. Lo otro fue moneda corriente, a duras penas lograr que recuerde el número de TE de uno de sus hijos, llamar a la ambulancia del PAMI, esperar, dar aviso a la policía porque la ambulancia no llega y esperar, avisar al hijo y esperar, en esta ciudad donde todos viven tan apurados es donde más lentamente se atiende a los problemas de los viejos.
Ha pasado un mes desde el accidente de Francisco, se salvó, pero la enfermedad oculta hasta entonces comenzó a manifestarse, ya no puede vivir solo, hay que cuidarlo atenderlo hacerle tomar la medicación,
etc.etc.etc. la reunión de sus hijos fue nerviosa y corta, la decisión visto que nadie podía hacerse cargo de él, fué rápida.
Lo único que pidió Francisco que aún se encuentra en pleno estado de sus facultades mentales es que liberen a sus jilgueros.
Hace tres años que vive en el geriátrico, y treinta días que nadie lo visita, pero hoy seguro alguien vendrá, vence la cuota y hay que pagarla.
Hoy Francisco tiene una obsesión, quiere acordarse de la cara de sus nietos y no puede, piensa que es parte de su enfermedad no recordar, pero al escuchar en el jardín del geriátrico donde los sacan a tomar sol, el canto de un jilguero y acordarse de sus amados pájaros se da cuenta que no es así. Francisco ya casi no habla prefiere ocupar todo su tiempo en los recuerdos.
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