VUELO NOCTURNO
A la altura de sombras
que pisan las estrellas
concurriré de prisa,
abierto como un murciélago desconocido
que a dentelladas trituró
sin redes la noche.

Álzareme como un festín
de locuaces triles,
incandescente, superfluamente
inapropiado de perplejidad
hasta tocar la vena madre
de todos los equinoccios posibles.

Una superposición flagrante
tendida sobre el término
de los atardeceres derrotados
y fosforescente mancha.

Una opinión disgustada de antojos
que me transportará inconclusa
a la vértebra que no termina.

Acudiré sólo,
a la perpetua altura,
al iris de los ojos infinitos,
elevado como un soplo
de certidumbre traicionera.

A la capital del revés
regresaré sin materia,
cóndor en vuelo
que expandido sin fin planea.
Sin puertas ni rejas
zarparé desprendido
en un reguero de pólvora
asido del leve hilo
que trenzan las musas
que de noche parpadean,
hasta colgarme,
de lo más infinito del orbe
y donde aún no han creado el aire.

Favor déjenme desprenderme
a las incongruencias perfectas
sin contratiempos del hombre,
panacea de los malestares.

Acéptenme ausente
al menos de noche.
Favor no desconcentren mi vuelo
que no produciré debacle
ni detrimento alguno
sólo quiero ausentarme.

Ni dimensión, ni atmósfera,
ni velocidad supuesta.
No más un simple vuelo acontecido
en la versatilidad de la noche.
08.02.08