El CUARTO DE MI ABUELO
En una esquina ,encima de una, también, antigua mesita de madera y patas torneadas se encuentra el toca discos “Silvertone”, menos viejo que mi abuelo y mucho mas que yo.
Una maleta llena de olores recalentados por los bulbos de cristal , el motor , los alambres y los transformadores activados por la electricidad .
A mi abuelo no le gusta que le “toquen” su antigua computadora ; se que suena extraño llamar computadora a un viejo fonógrafo pero, esta maleta, contiene un mecanismo, que para los tiempos de mi abuelo, era tan complicado como para mi, hoy, manejar mi pagina de Facebook. Se abre y, mágicamente, de sus costados se desprenden dos altavoces. Dentro y al frente tiene cuatro “botones” de ajuste que jamas he podido manejar, un disco que gira a treinta y tres revoluciones y, también, a cuarenta y cinco . Los discos de mi abuelo son modernos pues sus discos son de treinta y tres revoluciones. Esta maquina también tiene un “brazo” con una “aguja” que mágicamente al recorrer los surcos impresos en el plástico disco reproduce la acariciante voz del viejo Gardel en uno de sus famosos tangos, la de Tito Guisar en “El Botecito” o en “Guadalajara” . O uno de los valses de Juventino Rosas. Discos de mi abuelo .
Al lado de su cama, de hierro, con su cabecera de finas y complicadas filigranas , en la otra mesita que sostiene la lampara y que en la ancha gaveta contiene los objetos mas preciados y misteriosos de mi joven curiosidad , una vieja y amarillenta foto de su boda con mi abuela ; esbelta señora de alto peinado, bella e enigmática sonrisa , cariñosa y delicada .
Su ropero , alto mueble de preciosa y barnizada madera, dos puertas , dos grandes espacios llenos de trajes, zapatos y sombreros de románticas y pasadas épocas.
Sus libros, su vieja maquina de escribir “Underwood”. Hojas sueltas, y sin orden, de sus escritos. Libros que no leeré . Fotos de desconocidos , viejos marineros, viejos barcos de guerra sin misiones ni combates, viejas medallas sujetas a decoloradas cintas con los colores patrios, sin valor material , cartas borradas de desconocidos familiares, emigrantes, que alguna vez partieron en busca de fortuna . Su gastada Biblia ,abierta aun, y un versículo del Eclesiastés subrayado con un marcador amarillo brillante “.....He llegado a saber que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien durante la vida de uno..y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo . Es el don de Dios ”.
Su pluma fuente Sheaffer, aun guardada en su estuche original y, otras rotas, con su contenedor de tinta pegajoso y perforado, y sus puntas partidas o dobladas.
En la alta pared ,colgando, la foto en blanco y negro de mi abuelo con su impecable uniforme militar, observandome siempre, con aquella penetrante mirada que pareciera espiar mis movimientos de exploración y búsqueda, en los rincones de las grandes gavetas de sus impresionante muebles. En uno de los espacios del ropero, escondido entre dormidos trajes de solapas cruzadas, su bastón. El bastón que escondía, en su cavidad interna, una fina y elaborada espada, que solo fue desenfundada para alardear o limpiar Sus pantuflas, de piel, cómodas y de mi talla . ¡ Si ellas, la Biblia y las hondas huellas que dejaron mis exploraciones en las oscuras y misteriosas gavetas de sus muebles serán lo único que se quede de lo que fue el cuarto de mi abuelo...
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