Aunque tu corazón sea de hiel,
y tus ojos de miel,
radiantes como el claro amanecer, aun así
Se van turnando para dar placer,
A aquel o a él, o al que de turno esté.

A veces la realidad trasciende la existencia,
Y la aspereza de tu ser pide a gritos,
el veneno que calma y apacigua tu alma,
esa alma quebrantada por tu sudor, y el de otros.

Noche fecunda y gente asidua,
al parecer todo marcha bien,
Pero tu pálida piel fielmente
se consume con celeridad.

La espera se hace eterna, y solo quieres marchar,
Fumarte unos cigarros y llorar en soledad,
La muerte con cautela espera a la vuelta del lugar,
Y esta muerte en vida al fin termina y te fulmina.