Reencuentro

Estábamos en el patio jugando, un niño llegó corriendo y anunciando a gritos que el tío Pancho venía subiendo por el camino a la casa donde pasábamos las vacaciones de verano. ¡¡MI papá!! grité para avisarle a mi mamá que dormía la siesta antes de llevarnos a la playa después de almuerzo, al segundo yo corría por la calleja, pendiente abajo a buscar al hombre más adorado de mi vida, venía como todas las semanas cargado de cosas deliciosas para que no nos faltaran mientras él se quedaba en la ciudad trabajando. Recuerdo haberlo abrazado con fuerzas y recibir sus besos en mi cara y un puñado de dulces en mis manos, los cuales metí en un bolsillo, mis hermanos mayores llegaron también a abrazarlo y ayudarle con los bolsos y yo me apoderé de su mano, era la menor y ese era mi privilegio.

Caminábamos los cuatro de vuelta a la casa hablando al mismo tiempo, riéndonos y felices que ya fuera fin de semana para que él estuviera con nosotros, disfrutábamos tanto el reencuentro.

Entonces la vi venir… La misma mujer que hace un rato nos había preparado el almuerzo, la que limpió la casa donde pasábamos el verano, la que cepilló mi cabello, a la que yo había visto algo desarreglada, caminaba hacia él con un vestido morado con su escote pronunciado, ajustado a la cintura por un cinturón negro de charol brillante, con unas sandalias de tacón alto, la boca pintada de rojo que contrastaba con el tostado perfecto de su piel, efecto del aire salino y el sol, su pelo adornado con un pañuelo atado como un cintillo, cuyas puntas volaban al viento, miré a mi padre y vi como se le iluminaba el rostro, soltó mi mano, la abrazó y se fundieron en un beso.