Hace más de cinco horas que doy vueltas escribiendo y borrando frases. Comprendo entonces que quizás, no te conozco demasiado, que mis intuiciones y mis sospechas podrían ser tan ciertas como equivocadas, que aunque juegue conmigo a creer mentiras, recuerdo haberte escuchado confesar verdades. Da igual supongo, la verdad siempre es provisoria y lo que finalmente importa es lo que sucede: La pasmosa distancia que impusiste haciendo que el tren en el que nos habíamos subido se descarrilara de pronto, sin obstáculos evidentes. Más o menos así me siento, como si hubiera recibido un golpe de frente que no vi venir, torpe y ridículamente tonta porque a estas alturas de la vida y de la experiencia una debería estar preparada para lo imprevisible o para lo evidente.
Me gustaría saber cómo estás, pero le temo a tus silencios casi tanto como a la precisión de tu respuesta. No logro distinguir si son fruto de la indiferencia o de la introspección. Lo mismo me sucede con “esa charla que quedó pendiente para quién sabe cuándo y qué”. Por momentos me gusta pensar que mis miles de monólogos, practicando ese momento, servirán de algo algún día. Creo que es una forma imprecisa de dejar alguna puerta entreabierta y además, sospecho también, que cada uno busca la forma de acomodar la realidad de la manera que más nos guste creerla.
No esperes coherencia en lo que digo, hace tiempo estoy buscando las palabras correctas para expresar lo que siento. Presumo que permanecen ocultas, escritas en algún muro, esperando que alguien pueda rescatarlas para construir un camino que lleve hacia alguna parte. Las que se me vienen a la mente (lánguidas por el abandono, el tiempo y el desgaste) son siempre circulares, giran sobre el mismo eje sin encontrar un camino de fuga.
Es curioso, pero creo haber aprendido a aceptarlo, no sin cierta resignación, claro, pero con la convicción de que una parte de mi quedó allá, con vos para siempre. Como si se hubiese anclado en algún momento preciso del pasado, al que es imposible renunciar porque no sé cómo hacerlo.
Busco, en largos y rebuscados subterráneos (rasguñando la verdad) una señal, un indicio. Algo que me imponga un deber: Abrir los ojos. Seguir andando para encontrar la solución. Sí. La solución a esa diferencia que hoy sangra: vos y yo y yo sin vos |