Todavía siento el eco del último grito, las horas de mis ojos gastadas en el techo...
Me dejaste un vuelo pendiente. ¡Qué irónico!, todavía espero conocer el cielo más de cerca…la ruta de los helicópteros y las palomas.
Me dejaste las charlas en silencio, pronunciando tu nombre, dibujando en miles de papeles la hipotética historia que, alguna vez, creí vivir con vos.
También me dejaste una mirada fría, indiferente quizás, alguna que otra
noche, separados por el tumulto de gente.
Me llevo el gusto del vino en la boca (“por todas las cosas buenas”,
decíamos, todas esas cosas que nos iban a pasar, llegaba el momento de estar BIEN)
Nadie entiende, porque no te conocen ni te sienten…
Sin embargo, no dejaste en mi ni una sola gota de veneno.
El recuerdo de cada beso “despedida” (cuando se despedazaba el alma). Y el asombro por todo esto que ninguna carta, ninguna explicación, pueden contarle a nadie lo que sos, lo que fuiste… |