El reloj se paró,
las horas cesaron su baile;
y en el último suspiro
de ese último segundo,
comenzó a soplar el aire
que enredó tu pelo en mi piel.
Fue el adiós de la calma,
el comienzo de la tempestad;
huracanes de odio y palabras
y de llanto llenando el mar.
Quizás las gaviotas
ya no jueguen a volar,
y la sal de sus aguas
no escuezan
en tus heridas más profundas;
en esa sed que te lleva
cegada en el humo
disuelta la rabia en tu piel, ¿y qué?
Si llorase sangre al decir:”te quiero”
¿volverías? Yo creo que no;
si temblase el suelo al sentir tus labios junto a mi,
¿volverías? Yo creo que no;
y si rugiese mi corazón un vómito de amor,
quizás un verso que rime con tu nombre...eso no...
Pues no hay palabras, ni flores,
ni gestos, ni rimas,
ni amor, ni odio, ni ninguna vida
que te merezcan.
Tu tienes la hermosura de una tormenta,
el aroma de la solitaria rosa,
la rabia del huracán vestida de seda,
el fuego del infierno
y el azul del cielo,
la dulzura de la brisa
y la sal del mar eterno...
Eres la vida y la muerte;
eres lo blanco y lo negro...
Eres una mujer entera
y mi compañera.
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