No quiero escribir sutilezas
ni adornar este canto al dolor.
Este poema es la guerra,
la guerra contra el marido cabrón.
Y aun me faltan adjetivos, despectivos,
para describir su condición.
¡Que asco de virilidad!
Que pena de flor,
que lloras llanto en un rincón
con tus ojos manchados de odio
y tus pétalos envueltos en dolor...
¡Que asco de virilidad!
¿Por qué maltratas su vida?
¿Por qué le prohíbes su olor?
¿Por qué juegas con su corazón,
destrozas su vida y te ríes, so cabrón?
¿Por qué...?
¿Por qué un día le dijiste: “te quiero, mi amor?
¿Por qué no le dijiste: “te pienso matar a ostias,
maldita zorra, sin compasión?
Me da asco tu vida, que no mereces,
como tampoco mereces que mis versos
dediquen sus rimas a cobardes como tu.
Y en cuanto a ti, bella flor marchita,
tus pétalos hermosos son,
no llores tu rabia, saca tu aroma al sol,
y grita sin miedo lo que deseas de verdad:
sentir en tus hojas el viento de la libertad.