La carta antigua,
una sugerencia exacta,
el dato reflexivo ante el futuro incierto.
Ese consejo fue una mentira consiente,
para llenar los vacíos erráticos,
los formados en aquellos tiempos cuestionables,
en donde el pasado nos lanzó a un lado del camino.
(Ahí el impacto fragmento las razones,
nada terminó)
Mi mano en tu hombro,
sin más aspiraciones que una leve desesperación.
Las altas expectativas,
los conductos regulares del cariño,
la ternura forzando las omisiones,
el ruido secreto advirtiendo fisuras,
el amor mutando en ira.
La lluvia en los árboles,
en el asfalto,
en las veredas grises.
Espejismos en el aguacero,
fantasías excéntricas,
y el ruido secreto advirtiendo…
la imaginación tiránica enfermiza.
Lo real desmembrándose como piel vieja,
ocultando las rutinas secundarias,
ocultando el cansancio de los años en los rostros,
nuestros ímpetus agónicos.
Los dragones negros asechando en silencio…
el ataque inminente,
aun con mi mano en tu hombro.
Y tus ojos y tus lágrimas,
escapando del desarraigo y la fatiga,
tu gesto impotente,
en el golpe del quiebre final.
- ¿Por qué me haces esto?... ¿Por qué?.
- Porque no lo pude impedir.
Ya se la razón del odio.
La inercia de los hechos fue más poderosa.
Desaparecimos antes…
Mucho antes.
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