En un pueblo pobre de China, alrededor del siglo XV, apareció una moneda de oro mágica que tenía la propiedad de duplicar su tamaño y así su valor cada vez que pasara de mano.
El primer dueño fue un hombre llamado Yuan Tai que la levantó caminando por los campos. Yuan Tai era un campesino anciano y muy pobre que nunca se había casado ni tenía hijos. Llevó durante los siguientes dos años la moneda siempre consigo, hasta que una noche, ya muy viejo y enfermo, murió acostado en la cama de paja de su choza. Lo encontraron algunos días después, y así como estaba, lo enterraron en una fosa común.
La moneda nunca cambió.
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Al mismo tiempo que Yuan Tai levantaba la moneda mágica, un noble de la corte del emperador extraviaba una moneda de su bolsillo. Esta moneda, de elaboración humana, no tenía propiedades mágicas y no era de oro, sino que de bronce.
Otro noble, llamado Liu Peng, la levantaría y así esa moneda comenzaría un largo viaje en el que pasaría por varias manos, ciudades y países. Cruzaría los mares varias veces, y finalmente se terminaría hundiendo junto a muchas otras en un barco carguero que sufriría la ira de las olas una noche de tormenta, dos años mas tarde.
Esa moneda, seis siglos mas tarde, sería extraída de las profundidades del océano por un grupo de buscadores de tesoros.
Hoy esa moneda vale millones.
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