Por tardes enteras soñé despierta que algún día tomarías mi mano y me enseñarías el mundo.
Pero llegó el otoño, con sus hojas secas y sus despromesas. El mundo de este lado se vistió de café y gris, y mi alma se vistió de luto. Cada hoja que caía era la nota de una canción que me recordaba que la vida continuaba… y continuaba sin ti.
Maldito el momento es que decidí que mi corazón era un idiota, mi cabeza un arma suicida y mis manos una decena de náufragos.
Texto agregado el 28-11-2012, y leído por 123
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