Almogabar Alin era un alquimista muy viejo y yo diría que más que viejo era antiguo. Pertenecía a la vieja escuela capaz de pasar por un alambique más de una tonelada de agua de arrollo de montaña para obtener disolvente universal. Sabía obtener oro del plomo y para ello sabía secretos de la verdadera estructura de la materia, conocimientos astronómicos e invocaciones de espíritus de otros planos para la gran obra. Más Almogabar llevaba 30 años entrenando a Aliojin en un nuevo tipo de alquimia que había descubierto. Le había enseñado la estructura de la materia y a soñar en colores y para ello lo hizo imaginar el color verde al acostarse y quedarse dormido mientras hacia el ejercicio. Al cabo de muchos años le hizo cambiar el color por el azul cielo y así hasta completar los colores del aura, es decir, los del arco iris. A la par le enseñó a visualizar un paisaje y llevarlo a la mente con lujo de detalles. Con él en la mente recorrerlo para precisar detalles. Aliojin estaba ya en la recta final de la alquimia.
Almogabar le enseña hoy a Aliojin como se obtiene oro de unas placas de plomo que juntos retiraron de unas baterías de coche. Cuando fundieron todo el plomo Almogabar le pidió a Aliojin que se situara con la mente en cierta parte de la materia que contenía el plomo y que pusiera a fundir el plomo en la fragua. Una vez fundido el plomo le dijo que parte de la parte interna del plomo debía traslaparse y que lo hiciese con paciencia, es decir sin prisa pero sin pausa. Aliojin hizo la operación hasta que Almogabar le indico y luego apago la fragua. Se sentaron a beber un poco de vino de Cantabria hasta que anocheció y el crisol estaba frío. Aliojin vio que el plomo se había tornado amarillo como el oro. Con un cincel retiró un poco del oro y lo hecho en ácido nítrico y no se alteró. Lo lavo y lo sumergió en agua regia y el oro se disolvió y quedó líquido. Había obtenido oro de 24 kilates.