La perturbación se desborda ahora por cada poro que posee mi cuerpo.
La negrura que me enguye lentamente desde mi interior, me ha marginado de lo mundano.
El bien y el mal pierden el sentido de su existencia y surge una nueva ley, una nueva orden, por la que yo me rijo.
La sangre gotea tras mis párpados.
La sáliva empieza a segregarse mas rápidamente.
Mi cerebro se ve conquistado por el fuerte ejército del oscuro gozo.
Sobre mi cara, salpicaduras infinitas de sangre que me pintan el rostro con el color de la muerte.
Sobre mi boca, una desequilibrada sonrisa perversa de placer y satisfacción personal.
Mis ojos, perdidos en la inmensitud de la realidad de los hechos.
En mi mano, un cuchillo en alza, chorreante y húmedo.
La otra, bañada en una laguna bordó sin fondo aparente.
Ante mi, un cuerpo tendido en el suelo, apuñalado, aun sangrando, cual fuente en una plaza.
Ante la sala grisacea, él y yo, en el centro del todo y la nada.
Ante el mundo, un loco.
Ante mi mundo, un genio.
¿Tan grande y notable es la diferencia entre ambos?
¿Cual es el punto en el que se deja de ser un genio para pasar a convertirse en un demente?
La línea es tan fina, que la solución es inconcebible, así que yo me pregunto...¿Que soy realmente?
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