Los delincuentes más peligrosos del país fueron puestos a disposición a un grupo de científicos para probar un nuevo método, que de ser efectivo, los reinsertaría en la sociedad como individuos probos. Paulman y Green expusieron mucho antes su teoría de que bastaría una exposición a ciertos rayos que ellos habían descubierto, para que cualquier sujeto se transformara en una persona pacífica.

Por supuesto que surgieron las voces furibundas de quienes estimaban que tales individuos, por muy perversos que fueran, eran esencialmente seres humanos y que su dignidad no debería ser manoseada por nadie. Hubo manifestaciones y un fervor popular que se oponía a dichos experimentos.
- ¡Hoy son ellos y mañana seremos nosotros! Y más adelante, el ser humano no será más que el producto de la manipulación de grupos interesados. ¡No a los experimentos! El hombre no es un producto que pueda metamorfosearse como si fuese una oveja.

Acá surgieron los que defendían a los animales, alegando que los humanistas ofendían flagrantemente a los “hermanitos menores”. - ¡Es una injuria la que se ha proferido a la hermanita oveja! –reclamaban y hubo marchas, protestas y enfrentamientos surtidos entre animalistas y humanistas.

Al final, primó la ponencia de los científicos y en menos de un mes, diez delincuentes y asesinos elegidos entre lo más granado de las cárceles del país, fueron llevados al gran Instituto de Ciencias para el Progreso, en donde se les sometería al referido experimento.

Uno a uno, los sujetos fueron atados a sendas camillas, en donde proferían los más terribles insultos contra de todo y todos.
-¡Apenas salga de esto, les cortaré la cabeza a todos ustedes! ¡Se los prometo por las almas de mi electrocutado abuelo y mi fusilado padre!
Quien esto proclamaba con una voz bronca, más alta que la del resto de sus colegas delincuentes, era el tuerto Puning, quien había perdido su ojo derecho en una balacera.

Una sala blanca recibió a los diez personajes, quienes habían sido adormecidos antes de someterlos al experimento.

En las afueras del instituto, una enorme muchedumbre se había reunido para protestar por la dignidad de los delincuentes, encendiendo velas y enarbolando pancartas. El gobierno había decretado estado de emergencia, por lo que pronto hicieron su aparición las fuerzas de orden para provocar la estampida de los manifestantes.

Una ligera penumbra en la sala, permitió que se visualizara un rayo azulino que salió despedido desde una especie de fusil para chocar contra las testas rapadas de los delincuentes. La exposición fue breve, no más de diez segundos por cada uno y al cabo, el aparato fue desactivado y los científicos se retiraron para aguardar los resultados.

Se produjo una gran conmoción en todo el orbe con motivo del innovador experimento y todos hicieron vigilia para aguardar los resultados del mismo. La verdad es que sólo unas ratitas blancas, un perro pitbull y dos águilas calvas habían sido sometidos antes al experimento, con la cerrada oposición de los defensores de los animales. Las ratas imitaron a las aves y abandonaron para siempre sus costumbres ancestrales. En cambio, se fueron a vivir a los árboles, conviviendo pacíficamente con los gorriones. El perro, un animal feroz e incontenible, pasó a transformarse en una mascota dócil que desde entonces sólo se alimentó de pasto y nunca más le mostró sus amedrentadores dientes a nadie. Las águilas calvas se olvidaron de sus lejanos nidos y convivieron con gatos y conejos en el más rotundo ejemplo de convivencia pacífica.


(Esto continúa)