He visto tu juventud soñada siempre,
La bella apariencia que solo en
Tus carnes de jardín dibujado,
Y de cantos imposibles y
De mares de azúcar se ve.
La magia y el ronroneo
Del alma de una amada
Y necesaria mujer,
Han transportado a mí ser
Recuerdos de las figuras
Que un día quise pintar,
Sobre nuestras cobijas
De tul, por el rocío humedecidas.
Ha sobrevenido como un torrente
Despiadado, como la avalancha
De repiques tintados y confusos,
La mirada de la hembra que
Nunca se ha ido de los campos
En que yo me hallaba tendido.
Y de los lagos en los que dormía.
Aguadulce, noviembre de 2011
José María De Benito
Texto agregado el 22-11-2012, y leído por 135
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