Cuando pillaron a Tomás
-¡Tomás¡ ¡Tomaaaás!
-Francamente no te entiendo. ¡Ahaaadiosmiosanto!
-Te he dicho mil veces que esas cochinadas inmundas no se hacen, que va decir la vecina cuando se entere, ¡Dios mío que horror!, bien sabes que la loca de el frente es una copuchenta y que te ha estado vigilando desde que le rompiste sus rozas mientras jugabas con la pelota que te regalé para tu cumpleaños, si era para que jugaras en el patio, no en la calle. Si ella te vio, de seguro que le va ir con el cuento a la vecina. Me contó doña Tina que estuviste toda la tarde con su “hijita” en la plaza de la esquina insistiéndole para saciar tus impulsos morbosos y la pobre, ingenua como es, accedió y probablemente todo el mundo los vio langüetiándose, si señor, los vio con sus propios ojos, estaban lan-güe-tían-do-se entre las plantas, al lado de la estatua de San Gregorio mas encima y no me quiero imaginar que cosas no alcanzó a ver la pobre doña Tina, si me dijo que casi le da fatiga cuando los pilló. Te lo he dicho una y otra vez, por que no me haces caso, por que no te comportas como la gente, este es un barrio decente, mira el ejemplo que estás dando, si está lleno de niños chicos en la calle, jugando, pasándolo bien, sanamente, esa es la palabra que te tienes que meter en tu sucia cabeza, aunque sea esa única palabra. Por favor que he hecho yo para merecer este calvario. De seguro fue Humberto el que te malcrió, con esas revistas asquerosas que lee y esa música insana que escucha todo el santo día y como te la pasas en su pieza probablemente el te mostró el mal camino. Me raspé el lomo para criarte, para que seas bueno, no entiendo que hice mal, si cuando chico eras un angelito, todos te hacían mimos, en cambio ahora inspiras temor, con tu pelo sucio y desastrado, ya ni si quieras dejas que te lo lave, o te lo corte, si es para que te veas bien, cada día te pareces mas al zángano de Humberto. Ya no se que hacer contigo...
-¡Mamá!
-...es mucho el esfuerzo...
-¡¡MAMAAA!!
-...todo el empeño para nada...
-¡¡¡MAMAAAAAAA!!!
-¡¿Que quieres Humberto?!
-¡Deje tranquilo a ese perro pulgiento!.
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