El vehículo se movía suavemente por las calles triste de su barrio ya sin nombre borrada por el tiempo, polvorientas donde nadie ya la recuerda, donde el ingenio azucarero termina su zafra dando comienzo al tiempo muerto haciendo que la mayoría de sus habitantes emigren y los que se quedan viven en la indigencia hasta 6 meses volver a escuchar el sonido de la sirena como indicación de una nueva zafra azucarera para alegría de sus pobladores.
De repente sale una niña corriendo de unos de los barrancones demacrada por el tiempo, la pobreza de sus ocupantes se reflejan sentado en una silla en frente de la casa con la mirada a los lejos como ido de este mundo pensando cosas que nunca volverán, esas calles triste, solitaria como sus pobladores se muere.
Impactada por el vehículo, frena por instinto, sale desesperado del vehículo; observa la niña, pierde la esperanza dándole puñetazos al bonete gritando. ! ! Oh mi Dios, está muerta, la mate, la mate, no puede ser, no puede ser…. Dios mío no permita que muera.
En medio de la desesperación escucha una voz muy suave, entrecortadas, agotada por el hambre y el mal tiempo, débil por la desesperanza por un tiempo muerto que apenas comienza le dijo no está muerta , solo duerme un sueño como un angelito, no se preocupe señor, le grito’ aquella mujer ¿como no voy a preocuparme? si la estoy viendo con mis propios ojos que esta tirada en el suelo como si estuviera muerta, al voltear la mirada ya otra mujer la había levantado; la sostenía en sus brazos desmongada con un pequeñito golpe en el cuello, el tirito de amarre del vestidito color rojo que llevaba puesto le colgaba, su pelo suelto sin peinar negro como un azabache le colgaba, pensó en sus hijas aun pequeñas también, el alma se le partía al ver como la indigencias lleva al ser humano hacer pasivo antes los fracasos, la vida les importa poco, no pudo soportar despertó de esa pesadilla con un vacio en su corazón; llorando.
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