Acidez escamosa vertida en el ambiente,
De tus ojos un llanto calamitoso que pareciese escalar las paredes de este corazón ferviente;
Jamás me imagine en el papel de villano, aquellos cuentos de hadas que posiblemente me hacían soñar,
¡Pero no quería!
No quería ser el protagonista absurdo de un teatro sin piedad.
Tocamos nuestras manos reposando sobre la espesa melodía de tus sollozos.
En la bruma aun se podía apreciar el suave toque de tus caricias,
¿Soy acaso el retrato del hombre que no puede amar?
Quizás nunca quise dejarte ir, tampoco herirte pero eras tan escurridiza como las mariposas del campo en primavera.
Tuve que cortar tus alas…
Fuiste mi amada, mi enemiga y mi confidente pero tan álgida para adentrarte en los oscuros rincones donde suprimía mi ira.
Ágil, muchas veces incomprendida niña que no fui capaz de proteger de las astas de mis manos.
Dejé nuestra delicada y tenue luz apagarse en las tormentosas sombras del pasado.
Siento no haber podido respetarte como un ángel a su dios.
Aun permaneces en mis recuerdos, como un espejismo desvanecido en los reflejos del agua.
Eres ella, la bella mujer amoratada después de cada juramento de amor fallido.
Las historias de amor no siempre terminan bien, lo sé, pero te dejo este escrito para que algún día vuelvas a mis brazos de fuego y así tu alma se quemada una vez más junto a los besos del poeta ennegrecido.