La muerte sentada, fumando, viéndome:

- ¿Estás listo?
- Toda mi vida. Y si no, el puro instinto me habría hecho llegar hasta ti.
- Los humanos me dan risa y pena. Creen que la vida les pertenece, pero lo que les pertenece únicamente es la muerte. Si sólo la asumiesen, si sólo se sentasen sin agobiarse por el poco tiempo, por un hecho que ha de ocurrir sin importar lo que hicieran, entonces me apreciarían - camina hacia la ventana y apoya una mano en ella -. Y tú no eres la excepción.
Te he visto meditar, te he visto enloquecer, te he visto reír y llorar pero jamás pensar en mí. Me temes, te intranquiliza de cierta forma mi venida; el que ya no volverás a este lugar que, como dices tan seguido, odias tanto. Vengo a liberarte y sin embargo me temes porque me lleve una vida desperdiciada. ¿No te parece tonto?
- (…)
- En fin. ¿Te gusta mi pelo? Lo lavo con sangre y lo peino sólo con mis dedos. Ah… pero estos asuntos tan triviales no te interesan. La vida tiene que tener un significado. Lo has buscado a lo largo de ella… ¿y qué encontraste? Nada. Y te veo y eres como todos. Frente a mí eres como todos - se acerca y le acaricia el rostro -. Pero tus ojos… tus ojos tienen un brillo especial, como de tristeza y melancolía perpetua, y a pesar de ellas guardas una cierta luz.
- ¿Qué vas hacer entonces?
- Cómo que qué. Matarte, por su puesto. ¿Prefieres un beso o la guadaña? Personalmente prefiero el beso, pero te dejaré elegir.
- Lo que sea más rápido.
- Tranquilo, ya no tienes una vida por delante. Será el beso.