... este paisaje en mis ojos, lleno de árboles amargos, sombras frías , calladas aceras, el constante zumbido de la lluvia... un perro se moja medio cuerpo tras un puente, un aullido desafía la paz de la calzada, no entiendo este vacío tan lleno de mí, no quepo...
milagros de tristeza que se sacian de sed, bajo las tormentas implacables, en un cuerpo encerrado en una urbanidad olvidada, que mira las semanas por ojos cristalinos, entre arena pulida y lágrimas, ya veo este atardecer ardiente, otra vez quemándome los años...
no quiero saber que las espinas se adormecieron sin arrancarme una lágrima de sangre otoñal, que el aire no vibró en la desnudez de un pétalo, no quiero saber que las rutinas me ensordecen, que no oigo mis respiros reales, y que voy enloqueciendo despacio, lento, dándome el tiempo para contar cuantas semillas botó el duraznero, guardarlas en mi bolsillo y creer que guardo el porvenir de mi dulzura y madurez.
Una grana mojada, tan mojada que blanca y cálida arropa los colores del verano. “Serán usados, serán usados” y aunque este lecho guarde mi cuerpo intacto, una chaqueta gris y bufanda de tierra me usarán a mí.
No entiendo, y tampoco trato de entender.
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