A veces, sentado a la paz del sillón que algún día tendré, pienso que aquellos que se excitan con las gigantografías de Nicole Newman y “Poroto” Cubero abrazados en ropa interior de su propia marca; que los que reproducen partidas de ajedrez entre Capablanca y Alekhine, del match jugado en Buenos Aires en 1927, buscando jugadas mágicas y superadoras; los que polarizan los vidrios de sus automóviles para merodear la zona roja en busca de travestis que al final de la noche los terminen penetrando; que los “chicos bien”, que por seguir la vocación equivocada, hacen malabares en los semáforos, con una bola de vidrio que se desliza por brazos y espalda, para con suerte, recibir monedas de los automovilistas; los que se encierran días y noches enteras en un micro escolar abandonado, ocultándose de los vecinos que compran el pan y pasean a sus perros en una mañana lluviosa; los que fuman cinta aisladora negra cuando ya lo han fumado todo; los que miran por la cerradura, por la mirilla o por el agujero más peligroso, esperando ver llegar lo que nunca va venir; los que beben perfumes baratos para no salir a comprar vino de madrugada, y luego eructan resacas importadas durante semanas; los que se burlaron de alguna obesa con frases como “gorda, tírate un pedo que yo pago los gastos”; los que vomitan bilis porque no comen desde hace días; los que se masturban delante del monitor y eyaculan sobre la pantalla; los que se hacen cirugías estéticas y no logran modificar lo que el espejo les devuelve; los que juegan al póker por la ropa y después no se la quitan; los que toman cocaína a escondidas de sus amigos para no convidar un pase, y después te piden a vos; los escritores que fuman marihuana creyendo que así se obtiene el “vuelo literario; los poetas que reescriben sus poemas y los dejan peor que la primera vez; los que Twitean acerca de los derechos humanos y se afligen con el hambre de África, desde un BlackBerry Curve 9300 3G; los que dicen en latín cosas tales como «A fructibus cognoscitur arbor» o «A cane muto et aqua silente cave tibi» para sentirse excelsos eruditos de la nada; los pastores evangelistas drogadictos e infieles que dicen “gloria a Dios” cada cinco palabras y distorsionan versículos de las sagradas escrituras con la fe colocada en los diezmos; los que van a los actos políticos porque creen que eso es estar “comprometido” con la causa, que no es más que otro negociado; los que jamás golpearon a una mujer, ni una sola vez en la vida, a pesar de haberlo merecido; las princesas diamante que practican sexo oral por una dosis, pero te dicen que con vos todo es “distinto”; los que toman gaseosa mientras aún están masticando; los que llenan estadios para ver artistas extranjeros y hacen fonética de sus canciones sin tener la menor idea de lo que dicen sus letras; los cantautores que llenan esos estadios; los que matan en defensa propia sin morir ellos también; los que buscan a Dios, los que lo encuentran y los que tienen cualquier tipo de relación con Él; los que a los veinte años, ya toman Viagra para rendir más en cama; los extranjeros que hacen por veinte pesos lo que yo haría por cuarenta; los policías borrachos, que sin saber leer ni escribir, reprimen con una sonrisa dibujada en labios ebrios de gritos borrachos; los abogados que ganan o pierden juicios, pero siempre cobran; los periodistas que repiten como loros las noticias que sus jefes deciden que debemos enterarnos; los políticos que leen discursos escritos por otros, y lo hacen mal.
Y que los policías, los abogados, los periodistas, los políticos, y alguna que otra mujer que prefiero no recordar, deberían, sencillamente, desaparecer. |