¿Un atardecer?: El de ayer. 
Hoy… casi la nada. 
Mañana será el olvido. 
Mancera, timón y reja 
Sobre mi corazón. 
  
Estiletazo feroz  
de aquel arcángel falsario 
rapiñero de emociones. 
Ruina de símbolos trágicos, 
mi vida, 
resignada a la epopeya, 
falaz, 
de deambular sin pericia 
en busca de su otra vida. 
La tuya. 
  
Nunca me pregunté si eras bella 
o si al final del desierto 
nos aguardaba el amor. 
Un disoluto deseo; 
una figura plural 
sobre los terrones grises. 
Tú, y tu sensual alegría 
que palpitaba en mi carne. 
Ahita de tanta dicha. 
 
Una súplica superflua. 
La tersa languidez de un beso, 
Insumiso...  
que doblegamos. 
Carne rosa, 
Senos de altivo porte. 
Tu piel de aguafuertes, 
rosario de felicidades; 
y al fin… 
Fue mi ceguera insolente, 
carcomida de soberbia 
la que nos llevó al abismo. 
Excusas entreveradas, 
plagadas de desencuentros 
nos arrasó,  
irremediablemente, 
como una ola impiadosa. 
 
La marea del destino 
Nos devolvió a las arenas. 
exhaustos, 
No pude reconocerte 
Sal y espuma. 
Lunares rojos de odio. 
Los colmillos del olvido 
Hicieron presa de ti. 
 
Superfluo sueño orillero. 
Madrugón de vino fuerte, 
alquitrán y barquichuelos 
sujetos a la maldición 
de un perfume de violetas. 
Y el adiós, 
que mojó mis pies. 
Calladamente 
como un cachivache de historia… 
mal contada. 
  
La oscuridad 
se imprime de tiempo lento. 
Agónico. 
Nuestras almas, expuestas 
se reconocieron  
en el torpe miedo de vivir. 
Sudor craso de correajes, 
furgón de los desahuciados. 
Calesita alucinada.  
Sin niños… 
Nuestros sueños. 
 
Paisanos de rústica mirada: 
Abrid un rumbo en mi congoja. 
Apuñaladme la espera…  
Cargo con una culpa impía, 
deliberada… 
Infinita. 
 
LUIS ALB ERTO GONTADE ORSINI 
Noviembre de 2012 
Derechos reservados.  
 
 
 
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