Un día en la mañana mientras esperábamos el bus para ir a un cultivo de maíz se nos acerco Juan. El señalaba hacia un edificio similar al de esta historia. Nos contaba que él era maestro de construcción y que estaba en la culata de un edificio similar al que nos mostraba. De pronto el andamio se vino a tierra y el cayo, franco, sobre el pavimento y se quebró ambas piernas, las costillas de un lado y ambas clavículas además de varias lesiones musculares y en la piel. El dueño de la obra lo recogió y lo llevo al hospital en donde después de una junta de médicos especialistas concluyeron que después de 7 operaciones podría estar casi reconstruido. Juan debería someterse a unas largas esperas sin trabajar y se preguntaba quien mantendría a su familia. Cuando el patrón se entero lo retiro del hospital y se dirigió hacia Guaduas, pueblito de Cundinamarca, en donde residía un anciano a quien él le tenía confianza absoluta. Por el camino y en el carro le decía a Juan que el maestro lo curaría. Juan creía esa labor imposible y le parecía su patrón demasiado crédulo.
Llegaron a Guaduas a una casita humilde con columnas hechas de palos hincados en tierra. Salió un anciano caminando sin zapatos y sobre un piso de tierra. Entraron con Juan y el pensó que en una casa tan humilde no podía vivir un hombre capaz de una Azaña que los médicos juzgaban compleja. El anciano se le acercó y lo examino y le dijo que realmente no tenía mayores lesiones lo que disgusto a Juan. Haciendo sortilegios e invocaciones. Hizo algunos gestos en el aire como haciendo sortilegios e invocaciones y le dijo que ya estaba listo. Juan lo insultaba mentalmente porque no veía el cambio.
El patrón lo regreso a casa, después de 4 horas en carro, y lo dejo acomodado en una cama. El se durmió hasta el otro día. Al otro día se levantó, cogió las herramientas y se fue para la obra. Al llegar al trabajo recordó el accidente del día anterior y aun hoy no puede entenderlo.