A veces hablábamos con una pasmosa crueldad despojados del beso en esta ventana abierta a la noche cuando me odiabas más intensamente y rompías los bordes las orillas a las que yo arribaba después de un hipotético viaje a descansar muerto de hartura de ti esperando con las carnes abiertas ya vencido a que bajaras al fin los labios a pastar de esta memoria débil de algunos momentos de placer que recuerdo como puñales o palabras con las que olvido la piel sobre la que escribo estas ínfimas prolongadas quejas que hablábamos como pequeños lamentos que se van juntando en los días siglos eras geológicas quejitas tiempo de la vida tan terriblemente próximo tan corto tan pegado tan vasto lejano que tú ya no puedes manejar a tu antojo como cuando administrabas los mares de ventanas que son el deseo que no se alcanza porque estamos definitivamente encerrados en una casa para destruirnos mejor ahora que es el orto del cuarto menguante y todo está despojado de besos y lleno de amorosas crueldades de las que hablamos a veces como si apenas recordáramos nuestro propio e inútil amor.

JUAN YANES