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de Herman Hesse
En la niebla

¡Qué extraño es vagar en la niebla!
En soledad piedras y sotos.
No ve el árbol los otros árboles.
Cada uno está solo.

Lleno estaba el mundo de amigos
cuando aún mi cielo era hermoso.
Al caer ahora la niebla
los ha borrado a todos.

¡Qué extraño es vagar en la niebla!
Ningún hombre conoce al otro.
Vida y soledad se confunden.
Cada uno está solo.


En la niebla

El joven pensaba en la manera de estar sólo por unos días, lejos del estudio y el trabajo que lo obligaban a llevar una vida en continuo estrés, distante de lo que más le gustaba hacer, encontrarse con la naturaleza y, por qué no decirlo, con él mismo. Claro está que en lo más profundo de su corazón, su objetivo principal era cumplir con la promesa que le había hecho a su abuelo.
Saltó de la cama, se incorporó, corrió a la cocina y en un pequeño morral introdujo algunos panes, unas frutas y agua, mucha agua, cogió su chaqueta, la más gruesa, esa de chiporro que tanto le gusta. Raudo encendió el motor de su auto, auto que había sido regalado por su abuelo, ese que contaba maravillosas historias y que lo motivó al encuentro de la vida al aire libre.
Finalmente arrancó, manejó durante tres horas y media sin detenerse, mientras lo hacía recordaba las palabras del viejo:
“quiero que me prometas que cuando me muera no vas a volver a venir aquí hasta que me recuerdes con alegría”
Por fin llegó a la cabaña del viejo, su refugio, el lugar que sólo ellos pudieron valorar y compartir entre aventuras y ritos que lograron crear un vínculo muy estrecho. Al entrar, encendió la vela que siempre permanecía al lado de la puerta junto a unos fósforos humedecidos producto del clima y la constante niebla existente en el lugar. Dejó el morral en el suelo y caminó por el sucucho, observando mientras más de mil imágenes se cruzaron por su mente.
-Ya estoy aquí, viejo lindo- dijo en voz alta el joven mientras cogía con sus manos una foto y la acariciaba con el dedo pulgar, acto seguido se recostó y cayó en un profundo sueño producto del cansancio y la emoción.
A la mañana siguiente, salió a caminar por el bosque, su paso era raudo, como quien enfrenta una carrera. Luego de unas horas, se sintió cansado y decidió sentarse a descansar bajo un árbol, un gran árbol de tupido follaje y tronco grueso, sacó un trozo de pan y lo devoró mientras que el árbol le decía:
-me siento solo, la niebla me impide ver más allá de mis ramas
-no estás solo -contesto el muchacho- a tu alrededor hay otros árboles, en cuanto la niebla se aleje podrás verlos
Y como si fuera algo normal, entablaron una conversación deliciosa como en aquellos años en que su abuelo le enseño a comunicarse con la naturaleza hablando desde el amor con todo ser vivo que encontraban a su paso, ¡cuánto añoraba la verborrea con los árboles!.
Luego se despidió de su contertulio abrazándose al tronco, hasta que por fin prosiguió la marcha, mientras avanzaba sin saber a dónde, iba pensando en sus amigos de la ciudad, recordó el último encuentro, entre risas y brebajes, abrazo cálidos y conversación sincera, pensó en lo mucho que disfrutaba su compañía, sin embargo se dio cuenta de que entre la niebla y la naturaleza hoy, simplemente, quería estar sin personas cerca.
Detuvo el paso a orillas del río, se sentó entre unas piedras y a modo de rito hizo un aullido, en medio de las tantas remembranzas de su abuelo, estaba precisamente aquella de jugar a ser lobos, compartiendo nuevas formas de comunicarse en medio de la nada y en el centro de todo. Guardó silencio, sintió la necesidad de oír la melodía del agua en movimiento, pura, fresca, trasparente, tan transparente que se podía divisar como en el fondo habitaban unas piedras de distintas tonalidades y morfología, fue así como permaneció allí, respirando paz.
El joven suspiro varias veces y luego de incorporarse permaneció unos minutos más frente al río, con la mente en blanco, la mirada fija y la respiración pausada de quien siente que la misión está cumplida, acto seguido retorno a la cabaña, sin embargo está vez lo hizo con una caminata más lenta, mirando en todos los sentidos, saludando reiteradamente a cada uno de los seres vivos que le acompañaban en su travesía, se sentía nuevamente tranquilo, en paz, contento, tan contento que en su rostro se esbozaba una cálida sonrisa, fue entonces cuando se dio cuenta de que la tristeza que sentía por la ausencia de su abuelo había desaparecido y los recuerdos ahora eran alegres remembranzas.
Al llegar a la morada, se fue directamente a un armario cubierto de polvo pero muy bien conservado, sacó un baúl, dulcemente puso su mano sobre él, le quitó el polvo y lo acarició a la vez, permaneció unos segundos sin movimiento, finalmente se decidió a abrirlo, en su interior había diversos objetos, unas hojas secas, pequeñas ramas, piedrecillas y papeles escritos doblados. Introdujo su mano en el bolsillo y agrego algo más a la caja, luego lo cerró y procedió a guardarlo en el mismo lugar de donde lo había sacado.
Unas horas más tarde cogió el morral, recorrió visualmente la cabaña y decidió que nunca más iba a dejar pasar tanto tiempo sin volver, después de todo ya había vencido la tristeza que intuyó sentiría al estar allí sin su amado viejo lindo, como le decía a su mentor y abuelo. Tomó entre sus manos una foto, la misma que acarició al llegar a la morada y repitió el rito, luego sentenció en voz alta:
-Gracias, ahora podré volver en paz –permaneció en silencio unos segundos y luego agrego- por cierto, deje lo que faltaba en nuestro cofre de tesoros, me divertí, promesa cumplida.


Texto agregado el 15-11-2012, y leído por 218 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
11-12-2012 Fluidez en su máxima extensión Van mis******************** aguilagris
04-12-2012 1* FOGWILL
17-11-2012 Muy bueno, felicidades!! glori
16-11-2012 Me gustó mucho la historia que he leído, lo leí varias veces, me emocionó, en lo personal muy cercana también esa relación con mi abuelo, imaginé que lo que dejaste en el baúl de recuerdos fue la tristeza de su pérdida expresada en el aullido de lobo, la melodía del agua del río desde donde elegiste una piedra que te recordaría ese día, fin del duelo y el cumplimiento de una solemne promesa. Elegiste el poema exacto. *****s -bernardo-
16-11-2012 Bonito cuento,un placer leerlo. Rocxy19
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