Vi las horas pasar sobre mí,
en esa atmósfera linfática,
llena de aromas y colores irrelevantes
que intentaban llenar mi ser.
Fue un momento de gloria,
no spe para quién pero de gloria,
que me mentía con su fulgor,
que me decía que las luces tan armónicas no se podían apagar,
pero he aquí,
su ocaso, al menos en este escenario…
Y aunque me apretaba los cachetes
con sus suaves dedos de paramédico,
extrañaba sus recibimientos condimentados con su agudo timbre de voz y sus comidad con mucho aceite.
Traté de decirle a mi cuerpo que no importaba,
que lo preocupante era mi padre,
que no se le ocurriera pasar el límite entre la frialdad forzada
y mi esencia mamona,
y creo que lo logré,
porque pregunté por temas administrativos:
¿Tú cómo estai´?
¿A qué hora fue?
¿pongo el agua en el termo?
Ese mundo que me correspondía por derecho,
se cerraba ante mis ojos,
luchaba por atraerme,
pero mi mente inmóvil me empujaba contra el asiento.
Y aquellas horas ya eran tan irrelevantes que ni las veía pasar,
los aromas de neutralizaban, sin embargo, los colores se llenaban de luz,
de brillo, de vida,
de una alegría burlona que atravesaba mi interior,
cual flecha troyana en ese confiado talón. |