Nostalgia de aquel hijo perdido,
largamente llorado, luego comprendido.
Nostalgia de afectos idos,
perpetuos en lo entrañable.
Nostalgia de la magna inocencia
de un bebé de pecho, de madre resignada.
Nostalgia del amparo de niños indefensos,
parias de la calle.
Nostalgia de mentiras con verdades
y de verdades mentirosas.
Nostalgia de odios y broncas inútiles,
reconocidos, para luego superarlos.
Nostalgia de bastones largos
y de caminos por cornisa.
Nostalgia de gigantes en la sombra,
pobres pigmeos en la claridad.
Nostalgia de alegrías y carcajadas
y de tristezas y llantos.
Nostalgia de amores adolescentes
no retribuidos y de juventud con proezas.
Nostalgia de una agridulce canción,
escuchada en momentos especiales.
Nostalgia de aquel amor que pudo ser
y naufragó en la inconclusión, porque existen
destinos transversales, también paralelos.
Nostalgia del pan pobre,
pero feliz e integrador.
Nostalgia de las piedras del camino superadas
y de aquella fe extraída que pudo mover montañas.
Nostalgia de sueños egoístas no realizados,
que indicaron el camino a la maduración.
Nostalgia del dolor de la traición
y del perdón sanador nacido en las esferas del Ser, que redime.
Nostalgia de haberlo en pos de un ideal
casi utópico, en este mundo de temor.

Nostalgia de soledades que me enriquecieron
porque pude encontrarme a mi mismo.
Nostalgia de una vida,
sencillas nostalgias.

Legui