Su rostro como luna resplandece,
los ojos chiquiticos de gran brillo,
con gran sonrisa contenta me saluda:
-¡Padrino!-
Echando gruesos brazos a mi cuello.
Tomo su cabeza entre mis manos
beso con cariño su morena frente
-¿Cómo estas en este día, muchachita?-
Alegre me contesta –Es mi cumpleaños-
-No, Dianita amor, faltan dos meses-.
Cierra un tanto sus pequeños ojos
y aquella naricita que es muy plana
aparenta tener unos veinte años,
su mente al parecer es sólo de cinco
ya pronto cumplirá cincuenta y cuatro.
-¿Y qué es lo que hiciste en este día?-
-Fui a la escuela- Sonrientemente explica
-¿Qué aprendiste?- Pregunto interesado.
Orgullosa me presenta un página con líneas
escrito con crayones de colores
en mayúsculas claramente leo:
DIANA POLANCO.
-¡Qué bonito está! ¿Me lo regalas?-
-Si padrino, es su regalo.-
Pesa quizás unos cien quilos
mas sigue siendo una niñita.
Sonriendo su hermano menor me explica:
-¿Sabes, tío? Su síndrome de Down ha sido
como una bendición en esta casa,
compartimos con ella gran cariño
que en forma especial nos tiene unidos.
Imagínese:
Navidad y su cumpleaños son los días
que más celebramos en la familia.
En su onomástico le llueven los regalos
y en Navidad, con un gorro Santa Claus,
alguien le lee los nombres y ella…
a todos hace entrega con gran gozo.
Quisiera decirle algo más,
que entre nosotros, la verdad,
enfatizamos no “lo juro por mi madre”
Sino diciendo “lo juro por Dianita-.
Platicamos por un buen rato
de su escuela, sus maestros y amigos
Y en especial del más querido:
Jimmy Carter, incapacitado como ella.
Se hace tarde y entonces yo le digo:
-Adiós Dianita, ya nos vamos y prometo
regresar a verte en poco tiempo-.
-Padrino ¿En mi cumpleaños?-
-No, chula, en Navidad porque quisiera
verte de Santa Claus en Noche Buena-
-¡Padrino, padrino! ¿Y los regalos?-
-Serán muchos, verás, estoy seguro-.
-Si padrino, y mi cumpleaños-.
Preciosa en verdad mi ahijadita
como de ángel parece su inocencia.
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