A rebosar de ceniza
Con esos canutos de tiempo
Con esas hebras del pensamiento
El cáncer de la razón en busca
Del razonamiento.
Y también están, por supuesto,
Las botellas vacías
Minando la habitación
Chocando cuando el gato
Las hace rodar por diversión
Y yo me sumo y también me divierto.
Están llenas de nada y por eso
Emiten ese cálido tintineo.
Su porte rígido está alimentado
De liviandad
Sana y pura. Fresca levedad.
En cambio uno esta tan repleto
De basura. Oxidado.
Pero se mece uno
En el caos reflejado se va meciendo uno
En los cómo y porqué.

O suena el teléfono
Y se sabe de antemano quien será
Y se responde sin ganas
-si?- casi como un gemido
Pero el otro lo ignora, al fin y al cabo
Le importa muy poco que tengamos
O no tengamos ganas.
Cada cual mira por sí mismo.
Y mientras me cuentan cosas
que me interesan muy poco
Pienso en cómo nos hemos acostumbrado
a usar y tirar.
En cómo hemos podido ser capaces de llegar a eso.
Entonces finjo interés y
hasta río aunque no me cause ninguna gracia.
Porque quiero ser amable. Quiero que digan:
-La pucha que es un buen tipo Ivan.
Lo soy, claro. Pero estoy enfermo. No estoy enfermo.
Estoy hastiado. No estoy hastiado. Estoy solo.
No tengo costumbre de compartir.
Tienes costumbre de compartir?
También podría decir:
-mira, hoy no. Llámame mañana o pasado.
Pero por favor, hoy no-.
Aunque no lo hago.

El gato sigue jugando
con las botellas vacías
Con su rígida levedad.
Y el tintineo me despierta
Y de pronto pienso en que yo también estoy embotellado.
Una linda idea. Me gusta.
Parece encajar perfectamente.
Y luego que poco a poco
vamos perdiendo sustancia
A través del tiempo. O porque los otros beben un poco
Y también uno bebe de los otros y
entonces lo perdido se recupera y se mezcla
Y pienso en millones de botellas con sus líquidos mezclados
De las cuales,
algunas saben mejor que otras,
unas mezclas funcionan mejor que otras mezclas
hasta que se termina.
Entonces estamos vacios.
Y se acabo.

Las botellas.
Es triste.


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Ivan Gnzalez Lauc