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LA PIEZA


La noche se instaló en el lugar. Las celdas se teñían de sombras. Los presos comenzaban a guardarse en sus calabozos privándose una vez más de la plateada luna que esquivamente se dejaba contemplar tras los barrotes, para pasar otra noche más en la penumbra de sus castigos.
Los guardias ya se habían retirado a los portones principales, y los reclusos iniciaban sus confesiones a la luz de las velas, no sin antes preparar el sagrado mate de cada noche, como si fuera él quien los autorizara o no a hablar.
Repentinamente se escuchó un extraño ruido proveniente de una de las últimas piezas de la calle, pero que no paso a más, por lo que todo continuo en aparente normalidad. Pero no alcanzó a pasar mucho tiempo, cuando el ruido nuevamente se hizo notar; esta vez más constante, mezcla de gemidos y risas forzadas, lo que provocó que los presos uno a uno salieran de sus piezas a ver lo que ocurría, esquivando la amenazadora mirada de los gendarmes y dirigiéndose a la pieza del suceso. El pasillo estaba húmedo y oscuro, con un hostigante olor que iba desde humo a comida. Un silencio infernal había inundado el recinto.
La pieza 401 estaba colmada de gente. Una vela encendida era lo único que permitía que cuerpos y rostros fueran distinguibles.
En una colchoneta de no más de un metro de ancho, húmeda y carcomida por el tiempo, yacía un hombre mayor; mucho más acabado de lo que a su edad merecía estar. Su rostro estaba espantosamente transformado; de su boca, falta de cierta dentadura, nacían murmullos indescifrables, pero que por el tono, daban la evidencia de un proceder lleno de odio y rabia. Sus ojos se encontraban cerrados por completo, no siendo esto un impedimento para que de ellos brotaran una tras otra las lágrimas; lágrimas desesperadas. Todos observaban con atención.
En ese momento llegó a la pieza un pastor religioso, un hombre que intentando absorber sus culpas con las creencias adoptadas allí dentro, se había integrado, como tantos otros, al evangelismo. Al entrar en la habitación se quedo fijamente contemplando al moribundo ser que se retorcía en su lecho. “Debemos rezar” se limitó a decir, arrodillándose a los pies de la cama y dando inicio a sus oraciones. Los menos creyentes opinaban que se trataba de un ataque simplemente, otros, daban fe a lo que el pastor decía, argumentando que las culpas y el mal habían absorbido a aquel hombre. Pero todos, con una u otra opinión a cuestas terminaron rezando junto al pastor. Solo dos hombres guardaban silencio, mirando fijamente la escena.
Afuera había comenzado a llover, y el pasillo aposado de polvorienta lluvia se teñía de ruidos y voces... voces que no provenían de presos ni guardias. Una entidad maligna se complacía en medio de aquel lugar viendo su triunfo entre tantas almas humanas. Aquella noche, hasta el más tosco e insensible de los hombres sentía espanto de todo lo sucedido. Ese “algo” que no se atrevían a llamar de otra forma, los tenía presos dentro de su propia prisión.
El hombre que estaba en la cama se retorcía, y sus músculos se contraían cada vez más. Su nariz sangraba y sus mandíbulas se entretenían intentando atrapar su viscosa lengua. El pastor continuaba rezando.
Desde las guardias altas, los gendarmes sabían que algo ocurría, pero incluso a ellos los amenazaba aquel temeroso sentimiento, que les impedía constatar lo que estaba pasando, por lo que se limitaban a realizar su guardia nocturna ignorando la nube oscura que se había posado en la calle.
Los reclusos que habitaban la pieza rezaban con fe; rezaban como cada vez que necesitaban apaciguar con algo aquella impotencia y desesperación crónica con la que vivían. Otros desde sus piezas guardaban absoluto silencio esperando que alguna noticia llegara hasta ellos.
Cuando era casi la medianoche, todos, tanto presos por el destino como presos por sus culpas, no importando religión, creencias ni opiniones oraban con pasión para que el mal que invadía a aquel hombre y a ellos mismos se marchara, dejándolos a todos en cierta paz.
El pastor se había cambiado de sitio, ahora se encontraba a un costado del hombre, a quien cada vez se le hacía más fácil articular palabras; palabras que no nacía de él, sino a través suyo. A veces intentaba pedir ayuda, pero cuando el agotado pastor cesaba los rezos, el hombre cambiaba drásticamente de ánimo, volviéndose agresivo y gritando que se marcharan de allí, intentando en varias oportunidades agredir a su orador.
De pronto cuando el ‘Padre nuestro’ se exclamaba al unisonoro, recorriendo toda la calle con su fuerza, y una a una las manos unidas habían incorporado a sensibles y desesperados hombres, todo cambio.
El tipo, que no había abierto los ojos, hasta ese momento, se incorporó en la cama, abriéndolos de par en par. Los que estaban frente a él quedaron atónitos con su mirada. Sus ojos estaban cubiertos por completo de negro. El pastor con la mirada desafiante se limito a pronunciar en voz baja “Apiádate de nosotros Señor”. Pero la oración no se hizo esperar más y continuó. El hombre cayó de golpe hacia atrás quedando tumbado en su camastro nuevamente. Sus manos perdieron el dominio e intentaban rasguñar el cuerpo. La oscuridad se había echo presente.
Al parecer la calma había vuelto, el hombre parecía estar dormido. El pastor se quedaría a su cuidado.
Poco a poco cada uno volvió a su respectivo dormitorio en silencio, dejando todo aquello como una situación más de las tantas que debían vivir y presenciar allí dentro. Todos se habían retirado, excepto aquellos hombres que habían permanecido inmóviles y en silencio durante toda la escena. La pieza estaba habitada ahora por un pastor acabado, un cuerpo durmiendo y un par de hombres.
“Váyanse de aquí infelices” dijo con ira el pastor, y aunque los hombres no obedecieron, continuó rezando en silencio. Una mano aún débil, se acercó tímidamente a la suya seguida de un agradecimiento. El hombre parecía estar mejor.
Aquella noche nadie durmió en paz.
Al día siguiente todo parecía olvidado, o dejado guardado en los pensamientos y sueños de aquellas angustiadas cabezas. Cuando a penas amanecía, todos, con gran alboroto comenzaron a levantarse y prepararse para la visita. Mientras unos se bañabas, otros preparaban sus mejores tenidas para recibir a aquellos que aún no los olvidaban.
Los guardias, cuando faltaban minutos para la salida al galpón donde esperaban familiares y amigos, comenzaron el conteo habitual. Faltaban cuatro personas. Alertados los guardias, luego de identificar quienes eran, dieron la salida a los demás detenidos y partieron a la búsqueda.
Empezaron una a una a revisar las piezas, 301... 302... 303, no había nadie allí. Cuando llegaron a la pieza 390, que pertenecía al pastor, encontraron a éste rezando casi por inercia. Era tal la imagen recibida por los guardias que sin decir nada, dos de ellos continuaron trémulos la búsqueda mientras uno se quedó a cuidar al hombre que rezaba con desespero. Los carceleros temerosos presentían que algo malo estaba cerca. 400... 402... 403. Algo extraordinario había sucedido; una de las habitaciones había desaparecido no quedando rastro de ella. Los guardias invadidos de pánico prefirieron guardar silencio a los sucedido, era lo mejor para todos.
Aquella mañana cuatro hombres no salieron al galpón. Desde aquel día tres de ellos jamás volvieron a salir a la visita.


Lorena Paz Díaz Meza

Texto agregado el 06-08-2004, y leído por 544 visitantes. (31 votos)


Lectores Opinan
04-04-2005 muy hermoso la verdad q me llego alalma cuidaste mucho y espero seas adelante colibrilirico
24-11-2004 Me haces acordar a los cuentos de Alan Poe, nunca te esperas el final... BUENISIMOOOOOO!!!!!! MIS 5*, Elis.Una opinion; yo le sacaria el pero a:(pero) no alcanzó a pasar.... yili
07-11-2004 me dejo pegado mientras lo leia :D 5***** buena forma de descrivir las cosas , es como que al leerlo se te forman las imagenes en la MENTE :D:D felipe_castro
07-11-2004 me dejo pegado mientras lo leia :D 5***** buena forma de descrivir las cosas , es como que al leerlo se te forman las imagenes en la MENTE :D:D felipe_castro
24-10-2004 Entretenido cuento, me mantuvo interesado hasta el final, que ni me lo soñaba. Van mis 5* y Felicitaciones. jorval
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