Anodina y en frío,
esta tarde de fines,
esta tarde de octubre,
anodina y pasota
esta tarde de otoño,
este cielo grisáceo,
la estación y los trenes,
anodina la tarde,
aburridos los rostros.
El retorno cansino,
de la mar de empleados,
anodino este treinta,
este treinta de octubre,
aburrida la gente,
la letárgica marcha.
Hoy me duele la ausencia,
hoy me duele de veras,
hoy me duele en el alma,
la pregunta resuena,
la pregunta me aturde,
la respuesta es estéril.
¿Qué demonios es esto?
Un yorugua expatriado
trasnochando una tarde,
una tarde anodina
de este fines de octubre
de este treinta en la tarde.
Cuán grisáceo está el cielo
qué aburridos los rostros,
en la urbe del Norte,
en Chicago, Illinois,
rechinando las ruedas,
de este tren achacoso,
perforando las cinco,
otra vez en el centro,
otra vez tiempos muertos,
el trayecto otra vez,
repetidas las rutas,
humurbana la tarde,
se aletargan las nubes
y también el vaivén
Más al fondo las olas,
cuando el lago parece
que es un mar
de agua dulce,
y su gélido sello
se percibe al mirar,
se entrecruzan los puentes
con quirúrgicas calles,
sobre el río Chicago,
con perfil de ciudad,
las priápicas sombras,
edificios gigantes,
de cemento y de vidrio,
edilicias fronteras,
vertical estandarte,
y los puntos de luces,
surgen lentos al fin,
el gentío desborda,
los promiscuos viandantes,
se desplazan a prisa,
maremágnum humano
que se esfuma después.
Los primeros faroles,
lentamente se encienden,
son y media las cinco
y la tarde en declive
ahora llega a su fin,
anodino periplo,
repetido el paisaje,
socorrida rutina
en el tren,
en el EL;
se entreabren las puertas,
se deslizan los cuerpos,
se entremezclan las voces,
se entrelaza el andén
hoy concluye otra tarde,
otra tarde del Norte,
hoy fenece anodina
otra tarde otoñal.
© Eytán Lasca-Szalit, octubre de 2012
|