Amor en silencio
Recuerdo la primera vez que la vi, ¿Cómo podría haberme olvidado?, si es la primera y única vez que me he enamorado.
Sucedió cuando era un pequeño de ocho años, cursaba mis primeros días en tercer grado de primaria, también era mis primeros días en una movilidad escolar, hasta ese entonces mi madre me llevaba en su auto.
Odié la movilidad los primeros días, no me gustaba porque era un griterío de niños corriendo por todas partes, además porque todos eran amigos entre sí, todos menos yo.
Me sentaba en la última fila, totalmente solo, realizando una gran pasión que conservo hasta el día de hoy, el dibujo.
A las pocas semanas de iniciadas las clases de aquel año, llegó Boris, un alumno nuevo, el cual se inscribió en la movilidad escolar, de él solo recuerdo que era proveniente de Rusia y que era el niño más tardón de la movilidad.
Una mañana mientras el chofer esperaba que Boris saliera de su casa, volteé para ver la otra movilidad que se encontraba al costado de la que iba yo, ya la había visto antes, pero era la primera vez que veía a la niña que se encontraba sentaba en la misma ubicación que yo.
Apenas la vi me gustó tanto que la dibujé, a pesar de mi corta edad, me salió bastante bien, copié exactamente sus rasgos: pinté su cabello rubio y corto, sus ojos verdes casi totalmente tapados por su cerquillo, dibujé la cadena con una esfera en su cuello y un libro muy grande que estaba leyendo.
Al día siguiente deseé verla de nuevo y allí estaba, en la misma ubicación, leyendo el mismo libro.
Me quedé viéndola tan fijamente que ella lo notó y volteó hacia mí.
Al principio me puse nervioso, pero rápidamente me armé de coraje y le enseñé el dibujo que había hecho de ella el día anterior.
Se esbozó una hermosa sonrisa en sus labios, se inclinó para sacar una hoja y se puso a escribir mientras yo esperaba con curiosidad.
-Está muy bonito, gracias- Escribió en un papel y me lo señaló por la ventana
Yo saqué un papel e hice lo mismo.
-No es nada, ayer te vi y quise hacerlo
-¿Cómo te llamas?-Preguntó
-Luís, ¿tú?
-Cristina
-¿Dónde estudias?
-En las Amelias
Antes que yo pudiera escribir algo más, su carro se marchó.
En casa le pregunté a mi madre por el nombre de ese colegio y me dijo que quedaba lejos y solo es de mujeres.
Los días que siguieron a nuestra primera conversación continuaron, la movilidad se volvió mi lugar favorito y Cristina, la razón de mi felicidad.
Tanto disfrutaba de las conversaciones con ella, que nunca me di el trabajo de ver si alguien de las dos movilidades espiaba nuestras conversaciones de papel.
Llevaba a la escuela muchos papeles y plumones de colores para nuestras conversaciones que trataban de temas como nuestros pasatiempos, nuestras canciones favoritas, el nombre de nuestras mascotas y de mi fascinación por el dibujo y la suya por la lectura.
-¿Por qué te sientas solo?-Me preguntó en una ocasión
-Porque aquí en la movilidad no tengo amigos, no me caen bien, ¿tú también te apartas por ello?
-No me aparto, a mí me apartan
-¿Y por qué te apartan?
-Porque soy diferente
-¿Diferente en qué?
Antes que responda su carro marchó, pasé todo ese día preguntándome el por qué alguien podía apartar a una niña tan encantadora e interesante como ella.
Esa noche le hice un nuevo dibujo, está vez la dibujé conmigo, tomándonos de la mano, pensé que así podía olvidarse eso de que era diferente y viera que tenía en mi alguien que jamás la apartaría.
Pero el día que le iba a entregar el dibujo la movilidad no pasó por la casa de Boris como cada mañana, le pregunté al chofer el por qué y me contestó que Boris había regresado a Rusia.
Mis días se hicieron tristes lejos de ella, mi tristeza se reflejó en mis notas y en mi estado de ánimo, mi madre al notarlo me preguntó la razón y le conté sobre Cristina y la manera en cómo nos comunicábamos.
Mi madre llamó al conductor de mi movilidad para preguntarle la dirección de Boris y le dijo que ella misma me llevaría a la escuela por esa ocasión.
Me había emocionado mucho, llevé el nuevo dibujo conmigo para entregárselo, además sabía que al no estar en la movilidad, por fin podría ir hacia el autobús de ella y podríamos hablar cara a cara.
Al llegar, mi madre se quedó en el auto esperándome cerca de la movilidad de Cristina.
Bajé muy entusiasmado con el dibujo en la mano y me acerqué hacia su ventana, allí estaba ella, esbozó una gran sonrisa al verme.
-Ven Cristina, baja unos minutos-Le dije
Pero ella pareció asustarse y se escondió con sus manos.
Pensé que era porque tenía miedo de pedirle permiso a la conductora, llamé a mi madre para que hablara con la conductora y le diera unos minutos a Cristina, ésta accedió.
-Puedes bajar –Le dijo
Pero Cristina se negó rotundamente, incluso empezó a llorar, yo me asusté mucho, tiré el dibujo en su movilidad y me fui.
Han pasado dieciséis años de ello y recién la he vuelto a ver hace unos meses.
No fue coincidencia que la viera nuevamente, yo mismo la busqué, debido a que en mis veinticuatro años, nunca he sentido algo tan fuerte como aquella vez.
Buscando información sobre ella, me di con la sorpresa que Cristina tendría una firma de autógrafos por su primer libro que acababa de publicar.
Fui a aquella firma, apenas la vi sentada la reconocí de inmediato, sigue con el cerquillo tapándole los ojos, y la cadena negra en el cuello, en el rostro conserva su inocencia infantil, esperé hasta que todos los que hacían fila se fueran, mientras tanto compré su libro, el cual mi dio grandes esperanzas apenas leí el título: “El chico que me pintó” y en la caratula estaba el dibujo que yo le hice la segunda vez.
-Cuando me acerqué a su mesa le pedí que me firmara el libro que acababa de comprar
-¿Podrías darle una firma al chico que te pintó?-Le dije llenándome de valor
Ella me miró con el mismo rostro de felicidad de la vez cuando le mostré el primer dibujo, se paró de su asiento y me dio un gran abrazo.
-Estás muy linda, me alegra que hayas hecho un libro, te prometo leerlo hoy mismo
Ella me sonrió, percibí que no había dicho nada aún y eso me estaba poniendo muy nervioso, pensé que quizás no le agradaba.
-Por años me he imaginado tu voz y me gustaría oírla, no tienes por qué estar tímida conmigo-Dije en un intento desesperado porque me hablara
Ella levantó una hoja en blanco que tenía en la mesa donde firmaba los autógrafos y escribió:
-Soy muda
Nos quedamos viendo, ella esperando una respuesta y yo procesando lo que me acababa de decir, decidí no pensar mis palabras y decirle lo primero que se me ocurriera, algo que exprese lo que quería hacer con ella:
-Si es que no tienes algo para después ¿te gustaría salir conmigo?-Pregunté
Ella movió la cabeza en forma afirmativa y nos besamos.
Pronto nos casaremos y estoy muy feliz, sabía que ella es la mujer de mi vida desde la primera vez que la vi.
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