Con un cigarrillo de liar pegado a los dedos amarillentos de una mano rota comienzo a escuchar el silencio que envuelve lentamente mi mente.

La soledad es más patente cuando más compañía tienes a tu alcance, gente, la gente que simplemente contempla su caída sin importarle nada más, solo su ombligo sabe lo que es el dolor…

¿y tú? ¿cómo estás?

Tan difícil es pronunciar esas dos preguntas, tan complicado es pensar en el exterior del ego.

Estoy cansado de mi, de mi forma de mirar, de tocar, de ser. Si pudiera dejar de reflejar y centrarme en mi tuétano que se descompone lentamente podría dejar que el viento me llevara, me transportara hacía un mundo totalmente diferente, aleatorio en el que pudiera aterrizar como si de una pluma me tratase, dejando la levedad de mi vida insignificante descansar finalmente a la sombra de lo que realmente quiero y no sé…

Enciendo de nuevo el cigarro y le doy una larga calada mientras cierro los ojos con placer en mi cara, me duele algo que no se explicar y eso me aparta aún más de la gente con la que realmente quiero estar.

El tiempo lo cura todo… todo menos el paso del tiempo.