La Comuna
¿Dónde estuviste, amor mío, durante los setenta días que duró la Comuna de París? Te busqué, enloquecido, por las más de seiscientas barricadas de adoquines de dos metros, coronadas de rojo, que llenaban la ciudad. ¿Cómo es que no te vi, amor? Te esperaba, ebrio, en cada esquina para enseñarte el borrador de Una estación en el infierno.
Sirena varada
Hay días en que, para seducir a Ulises, las sirenas se convierten en buques fantasmas y se quedan varadas en el sueño.
Desnudo oceánico
No mires a las muchachas desnudas que se adentran en la mar entre los gritos de las mórbidas gaviotas y el seductor sonido de las caracolas, abrazadas lúbricamente a los tentáculos fosforescentes de las algas. Ellas van ensimismadas a buscar los ojos sin luz de los ahogados que reposan en el fondo de las fauces del monstruo. Si las miras, te los sacarán a ti también.
Abandono
No quiero que me dejen aquí, sola. Por la escalera baja otra niña con una cara igual a la mía, que se muere de miedo.
Memoria
Entonces mordíamos la hierba para tener la certeza de estar enterrados cerca de casa.
Pálpito
Están las yemas de los árboles, contenidas, por la inminencia del estallido germinal de la primavera.
Hombre solo
El hombre camina solo. Tiene un bolsillo lleno de conchas blancas y otro lleno de erizos negros. Anda solo, pero nunca la soledad es toda la soledad. El suelo oscuro que pisa es una sucesión de soledades, sí, pero ahora dará la vuelta y se pondrá a andar por el cielo limpio de la bóveda celeste.
Pies
Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de que los pies tenían vida propia y que no eran sólo unos apéndices secuestrados por los zapatos y carentes de personalidad. Esa toma de conciencia, aparentemente trivial, hizo que se precipitaran los acontecimientos de mi vida.
Diógenes de Sinope
Cuando Diógenes de Sinope estaba de buenas, decía cosas como: ¡Peste de gimnasios, pilates y dietas! Todo para alimentar después gratis a esos asquerosos metazoos invertebrados y parásitos, de cuerpo blando segmentado y ápodo… Pero casi siempre estaba de malas.
Cocinar
Hacer de comer para los demás es una forma de ternura, decía la envenenadora.
La ceremonia del té
Cuando tomaban el té, el aire dejaba de mover las hojas del bambú y los pétalos de la flor del cerezo, los pájaros suspendían momentáneamente el vuelo y Chuang Tzu se quitaba, con sumo cuidado, sus alas de mariposa para que todo transcurriera en la más absoluta quietud.
Una mujer
Hay una pared negra. Junto a ella hay una sombra inmensa. Una mujer camina por el borde de la sombra inmensa. Es una mujer que parece buscar a alguien. La sombra inmensa se traga a la mujer.
Destino
No leo, he perdido la vista. No escucho música, me he quedado sordo. Tampoco como, he perdido el apetito por completo. Sólo palpo y huelo, como las lombrices, hasta que pierda también el sentido del olfato y del tacto. Entonces les diré que me vendan como un pellejo.
Pequeño jardín taoísta
Ha crecido la sombra junto al tronco de este joven laurel de indias, alrededor del cual la mano del jardinero traza líneas curvas y pequeños surcos como si se tratara de un jardín de sombras taoísta, que no modifica la huella de la naturaleza sobre el rostro de la tierra dormida.
Viajero inexperto
Cuando llegamos a la Roca Tarpeya, la guía ordenó que nos precipitáramos al abismo como hacían los antiguos romanos. Y así hicimos.
Penélope
Fui tejiendo la tela del amor, urdiendo los infinitos estambres día tras día, como cuenta la tradición. ¡Estoy harta! ¡Quiero salir de esta pesadilla en la que estoy atrapada!
Política
El nuevo gobierno ya ha comenzado la exacción.
La bóveda
Yo ando por techos y ventanas buscando las agujas del cielo para que respiren los deseos y los agujeritos por los que se fuga el pez de la jaula a navegar entre las nubes de la bóveda celeste de un cielo que está por encima del cielo. Los del barrio dicen que estoy loco. Dejaron escapar el niño que llevaban dentro.
Días
Hay días que no tienen mañanas, ni tardes, ni noches. No sé por qué se empeñan en llamarlos días.
Los pájaros
Miles de pájaros sobre la Estación Termini se tragan la noche y la ciudad. Cíñete la túnica y el peplo antes de ser atravesado por la fibula de sus picos corvos y sus garras. Cubre tu cabeza con el velo para ocultar los ojos de los faros de los coches y de los gritos de los pájaros que van tras el brillo de tus pupilas.
Tiempos modernos
Antes yo utilizaba zapatos para andar. Ahora ando con la lengua como los caracoles.
Barrigabicho
El abuelo trajo algo en la barriga cuando volvió de la guerra de Filipinas. Lo llamaban Barrigabicho. Nunca se supo lo que tenía dentro. Yo también siento algo que se retuerce, como si me mordiera un perro en la boca del estómago.
Quietud
Pienso en el vuelo invisible de los pájaros en la noche. Cierro los ojos y los acompaño. No los veo, sólo imagino su vuelo.
Acéfalo
A veces cuando salgo a la calle, me dejo la cabeza en casa. Me dicen, oiga usted no tiene cabeza. Entonces les respondo levantando el brazo y hablándoles por la axila: lo sé, lo sé, gracias, les digo. Ya no vuelven a preguntar.
Descenso
Cuando bajamos nos dimos cuenta que el descenso continuaba, así que seguimos bajando o mejor deslizándonos por aquella pendiente que no tenía fin, hasta que empezamos a caer en vertical y así fue como comprendimos que ya no vivíamos en el mundo de Newton, sino que habíamos sido arrojados a otra dimensión de la realidad para la que no teníamos una explicación.
Interior
Ingresar en el interior de los cuerpos donde también la luz es parte del laberinto. Ese era el juego al que jugaban.
La economía política de la escritura
Tú escribes, internet lo distribuye, yo lo leo y te mando un email. Tú lo lees. Dejas de escribir. Me odias. Yo escribo, internet lo distribuye, tú lo lees. Después, me mandas un email. Yo lo leo. Dejo de escribir. Me suicido.
Paisaje
¿Por qué siguen chillando esos pájaros ahorcados sobre el horizonte?
Limpieza general
Borró el disco duro de su ordenador, regaló las macetas, bajó los plomos de la luz, le puso dos candados a la puerta, se despidió de las personas que amaba y cerró la casa. Después hizo un montoncito con todos sus recuerdos y los quemó.
Jugársela
Me jugué la vida a los chinos. Y perdí.
Agujeros
¿Quién pone agujeros negros en los muros que cierran la noche? ¿Qué crueldad de país es éste, lleno de fosas, de zanjas, de huesas, de muertos tirados por todos sitios?
Viajero
Recorro el mundo con los párpados al revés, y siempre cometo el error de volver.
Raku
He querido seguir el rastro de los sonidos en la piel cuarteada de la arcilla donde tu voz se confunde con los colores tornasolados y púrpuras del fuego y de la ternura. Pero no encuentro tu piel ni escucho tu voz.
Lluvia
Los días de lluvia se abren las flores negras de los paraguas.
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Talasocracia
Con aquellos barquitos de papel, en los minúsculos charcos de agua de la memoria de mi infancia, libré gigantescas y desiguales batallas navales contra el turco, de las que salí milagrosamente indemne después del fragor del combate.
Vilanos
Yo buscándote sin rumbo para soplarte en el cuello y el aire de las calles atravesado por cientos de misteriosos vilanos trasportados, como yo, azarosamente por el viento.
Aurea mediocritas
Nunca fue capaz de grandes pasiones, de grandes ambiciones, de grandes maldades. Era un ser hecho, pura y exclusivamente, para la mezquindad.
¡Milana bonita!
A Miguel Delibes, que estará en algún cielo lleno de animales, escopetas y erasmistas
¡Milana bonita! Decía el santo inocente de dientes negros, de boina negra, de calzones con remiendos, mientras tensaba la cuerda alrededor del cogote del cacique desde lo alto de la encina y lo dejaba colgado, flotando en el aire, como un pelele, ¡milana bonita!
Efectos colaterales
Al tirar de la cadena, se vino el mundo abajo.
Las formas de tu rostro
Esas formas frías de tu rostro de agua impenetrable, desde donde te miras y miras lo que soy cuando se detiene el flujo acerado de tu mirada en fuga.
Prejuicios gastronómicos (I)
No me gusta nada la forma que tiene de mirar a mi perro el cocinero del restaurante chino de la esquina.
Prejuicios gastronómicos (II)
He observado, con inquietud, que el cocinero del restorán chino de la esquina, mira raro también a otros perros.
Prejuicios gastronómicos (III)
¡Estoy alarmado! Al cocinero del restaurante chino de la esquina, lo cogieron haciendo pintadas que decían, ¡miau!
¡Silencio!
Esta mano está pensando
La bella ciudad del llanto
El blanco y el amarillo de San Petersburgo. Limpísimas líneas de edificios y avenidas. Bajo la pulcritud del césped de los parques, dos millones de muertos del último asedio. Y en un rincón, la memoria del sufrimiento inabarcable de Anna Ajmátova.
Estado de ánimo
Hoy no tengo ganas de llorar. Hoy me toca morder.
La Música
Ella dijo, la música es una, pero los sonidos son infinitos y las melodías y los ritmos y los timbres. El dijo, el silencio es único, sin embargo las formas del ruido son infinitas. Ella dijo, el silencio y el ruido son parte de la música. Entonces, preguntó él, ¿todo es música? Ella respondió, sólo la muerte es la ausencia de la música.
Amor imposible
He quedado contigo en una cita a pie de página cientos de veces, pero nunca apareces, amor.
Sospecha
El torturador de orquídeas ha pasado por aquí.
Llamada al orden
Cuando termines de besarme no te olvides de poner, otra vez, todas las cosas en su sitio: el mar, las nubes, las caracolas ─siempre tan inoportunas─, el aire, ese arco iris que no sé de dónde ha salido, las flores del jarrón y el azul añil del cielo, por favor.
Oquedad
Trepan las manos hacia dónde tú no estás para acariciar el hueco que deja tu ausencia.
La puerta
En mi casa, por la noche, cerraban la puerta y le ponían una tranca de madera. No la cerraban para que nadie pudiera entrar, la cerraban para que nadie pudiera salir.
Zahorí
Entonces ella buscaba en su interior algún remanso o río escondido o fuente o arroyo o cenote o naciente o manantial de aguas claras para zambullirse.
Los tónicos de la voluntad
He conseguido, por fin, después de continuos y dolorosos ejercicios y contorsiones, sentar la cabeza.
Equívoco ictiológico
Con mucho cuidado empezó a sacarse las espinas de la boca, hasta que cayó en la cuenta de que era un pez.
Eva
Eva, se había refinado con los años, sólo comía profiteroles con crema chantillí y compota de manzana al calvados —un sucedáneo de la alegórica fruta—, pero, por mucho que se esforzara, seguía teniendo cara de costilla.
Las escamas de Frank Ghery
Miraba la perfección de las escamas del pez y entonces pensaba en Frank Ghery que construye sus edificios con la memoria manual de la textura de las percas que apretaba entre sus manos cuando era niño.
Fetichismo
Para que no la olvide, mi novia la esquimal, siempre me manda desde las gélidas tierras en las que habita, una cajita blanca de poliestireno con sus lágrimas congeladas.
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