Ayer, un silbido tenue se colaba por las rendijas de mis pensamientos de sosiego inmutable. Me contó que llorosos, un par de ojos oscuros, contemplaban tristemente el atardecer sigiloso. La penumbra los cubrió llevándose las esperanzas de llegar a ver tu rostro irascible y sereno. Y el silbido era de lejos, mas las lágrimas eran mías, que ya bajo el lustroso astro desaparecían en tormentos. El cielo compasivo, se encerró nuboso para ocultar mis ríos con limpias cataratas. Hoy un silbido tenue, compuso la melodía oscilante que acompaña la punta de mi pluma.
Texto agregado el 07-11-2012, y leído por 144 visitantes. (2 votos)