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Inicio / Cuenteros Locales / carlosB / El Día Que Se Apagaron Las Luces

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Llegaba el atardecer sobre la casas, las colonias y la ciudad; el color fuego del ocaso anunciaban la noche, de repente todo quedó en silencio, poco a poco el ruido que generan los electrodomésticos se fueron callando, las lámparas y los focos fueron disminuyendo su intensidad hasta quedar sin color, el apagón había llegado casi comenzando la noche. El silencio hacía su aparición en todas las casas, las voces se oían a distancia, las personas se habían quedado como estatuas en sus lugares, sin hacer nada, la oscuridad cobró más de alguna víctima, golpes en el cuerpo por no ver donde ponían cada pie.
Ahora, ¿cuánto durará este apagón se preguntaron muchos? Poco a poco fueron haciendo uso de otros métodos para poder generar luz y observar sus pasos, candelas de cera las cuales recordaban muchas historias de velorios, lámparas de batería que casi nunca se encuentran cuando las necesitas, la cocina de gas salió a relucir como un forma en que la tecnología todavía no había hecho cambios significativos. Sirvieron la cena, por fin una cena juntos en familia, cada quien se veía la cara, el silencio llenó la reunión, hasta que poco a poco fueron entablando palabras, la cena se volvió un cúmulo de expresiones y palabras, los pensamientos salieron expresados en letras y frases, no sintieron cuando habían terminado de comer, cada quien dispuso sus platos en el lavatrastos, se fueron a la sala, pero la monotonía les pego en el cerebro.
En la calle de la colonia y como pocas veces miraron hacia el cielo, se quedaron sorprendidos al ver la cantidad de estrellas que les mostraba el firmamento, los más chicos trataron de contarlas una por una, pero les fue imposible, a lo lejos vieron una luz destellante más grande que las otras, “esa es Venus”-dijo el padre-, si nos levantamos temprano, mañana será la única estrella que veremos al alba, de repente todos giraron la cabeza, una estrella fugaz hizo su espectáculo frente a sus ojos, cada quien cerró los ojos y pidió un deseo. A la mañana siguiente se levantaron temprano cada quien lo hizo con mucho cuidado y casi tentando las paredes accionaron el interruptor de la luz, el mismo hizo un ruido de click dos veces, la luz brillaba por su ausencia.
Como cosa rara cuando regresaban del colegio, la escuela y del trabajo a la casa, se reunían en la sala, platicaban de todas las experiencias que les habían pasado durante el día, la cocina de gas volvió a relucir como la salvadora para la preparación de los alimentos; observaron por la ventana que las demás familias habían salido a la puerta de las casas, a la acera de la calle, cada quien platicaba con lo suyos, con sus vecinos, entablaron comunicación con vecinos y personas a las cuales nunca les habían dirigido una sola palabra. Cuando entraron a la casa encendieron otra vez las velas y las lámparas, ya la luz de estas, se debilitaba, necesitaban otro cambio de baterías, el sueño no había hecho mella en nadie, se reunieron en la sala y la oscuridad se prestaba para contar historias, aquellas historias que al papá y a la mamá les había contado sus abuelos, salieron a relucir personajes mitológicos, animales extraños e imaginarios, leyendas urbanas del pueblo de donde eran originarios, cuentos relatados por la abuela y el abuelo de la familia, los ojos y la cara de los niños expresaban admiración, miedo y asombro, de repente un ladrido enfrente de la casa hizo sobresaltar a toda la familia, estaban tan inmersos en las historias que todos se asustaron, repararon y cada quien se puso a reír del susto canino.
La oscuridad los hizo acostarse más temprano de lo normal, les había cambiado sus costumbres y tareas diarias, todo giraba entorno a la luz natural que proveía el señor Sol, las luces artificiales de las candelas y lámparas ya no eran del agrado de las personas. Un fin de semana en la tarde a lo lejos se oyó un ruido muy singular, se oía primero el sonar de una cuerda, luego la siguiente igual a la anterior, la siguiente igual a la que le procedió, y así sucesivamente; el padre mencionó: “quien está afinando la guitarra que estaba guardada”, el mas grande de los hijos la había sacado del baúl para entretenerse, los demás se fueron acercando alrededor de él, como pudieron entonaron las canciones más conocidas y otras a medio cantar al son de las cuerdas y el sonido que trataba de tocar el joven.
El padre quiso entablar comunicación con su hermano el cual vivía al otro lado de la ciudad, ahora como hago para mandarle el recado que mi madre me dio para él, a los celulares se les agotó la batería, si no hay energía eléctrica no los podemos cargar, en la computadora no puedo tampoco, funciona con energía también, ni modo tendré que ir a visitarlo. Llegó a la casa del hermano cuando éste abrió la puerta se dieron un abrazo y un saludo muy efusivo, un ¿Cómo estás? ¿Qué has hecho? ¿Tiempo sin verte? ¿Qué me contas? Esta vez la comunicación no había sido por medio de la tecnología, mensajes de texto y el teléfono fijo, fue como una verdadera comunicación: la verbal, se valieron de la palabras para darse el mensaje, fue de tú a tú, cara a cara, al final el mensaje fue dado tal como la madre quería que se le diera a su hermano, se despidieron, se saludaron y el hermano le dijo: “deberías de venir a visitarme mas seguido, hay que hacerlo con más frecuencia”-no crees-.
El apagón había hecho previsoras a las personas, solo compraban lo que tenían que consumir durante el día, ya que el refrigerador llegó a ser un objeto de adorno en las esquinas de la cocinas y comedor, aprendieron a gastar lo justo para el consumo diario, los demás aparatos eléctricos pasaron a ser utensilios en desuso, la tv pasó a ser un cuadro negro puesto en la pared, o en un estante, tuvieron que comprar un huacal para poder bañarse todos los días, de las regaderas ya no brotaban los gajos de liquido claro e incoloro para poder asearse. Un Domingo en el transcurso de la tarde se oyó un ruido muy extraño, un sonido de corriente alterna impregnó toda la casa, se escucharon diferente tipos de sonidos que hacían los electrodomésticos, eran como robots que despertaban, como unas máquinas que inician de nuevo, las luces fueron tomando un tono mas claro y vivaz, la energía eléctrica había vuelto a tomar control de las vidas y la rutina diaria.
Cada quien dijo: “al fin retornó la energía eléctrica”, los niños se fueron a jugar a la televisión, los más grandes corrieron desesperados al computador y actualizarse, el padre se fue al cuarto donde había otra TV para ver un partido de fútbol, la esposa comenzó a enchufar los cargadores en los tomas y volver a revivir los teléfonos para comunicarse, cruzó toda la casa y salió al patio, el ruido de todos los aparatos eléctricos le sonaron extraños y perversos, vio la lavadora y exclamó: “al fin hemos vuelto a la normalidad”.

Texto agregado el 06-11-2012, y leído por 243 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-11-2012 Pleno de entrañables momentos. La manera en que nos desconectamos del mundo para conectarnos entre sí. Me gustó mucho. kone
 
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