Una lágrima brilla sobre mi mejilla y no siento pena ni tristeza, siento que todo se escapa sin remedio delante de una puerta cerrada a cal y canto,

El escenario se ilumina y el silencio se apodera del lugar, una bailarina aparece en el centro. Ella baila con el arte que desprende su interior mientras la voz de una garganta rota se introduce melosa dentro de mis oídos,
El misterio de su adentro acaricia con soltura el aire al paso de sus manos mientras que sus piernas afirman en cada paso el porqué debe estar aquí, un fuerte taconazo parte el mundo para que sus raíces sean aún más profundas y sus palmadas despiertan la consciencia de la ilusión de un sueño futuro más amable…

Mi mirada queda hipnotizada al contemplar el pendular vaivén de su cuerpo, al sentir el latido de su corazón que distribuye la sangre por sus venas a la velocidad del recuerdo, al ritmo del alma desgarrada de una guitarra que recorre suavemente los poros de mi piel.

La música acaba, su figura queda estática como una fotografía que sabes que tarde o temprano perderás mientras las luces se apagan llevándose consigo el momento, cerrando tras su oscuridad una puerta a cal y canto que no te permite pasar más allá del escenario.

Aplaudo, grito, llamo a la puerta para que vuelva a abrirse y me dejé contemplar de nuevo la magia, pero es tarde y la actuación termina, dejando dentro de mi las ansias de hallar algún día la poesía de un segundo y que la llave aparezca en mi mano y nunca más se baje el telón.

Una lágrima brilla sobre mi mejilla y no siento pena ni tristeza, siento el calor del olvido sobre mi pecho…