LAS ROSAS FRAGANTES
Mucho se ha escrito acerca de las rosas y las espinas, comparándolas con las alegrías y las tristezas de la vida. Pero para mi, gente de ciudad básicamente y sin mayor interés ni aptitud para cosas de flores, siembras, hortalizas o jardinería, toda esa comparación me era un tanto ajena.
Hace pocos días, un querido amigo, gente de ciudad también pero que ahora, en los años de su madurez ha demostrado cierta gracia para sembrar flores, pimientos, tomates y otras hierbas ¡sin que se mueran! observó que las rosas nacen de las propias espinas, no por otro lado del tallo como yo hubiera imaginado. Seamos francos, yo no sé si esto es verdad o si su rosal es un capricho de la naturaleza. ¿Cómo podría yo saber algo así? Supongo que podría hacer una investigación en Google…o preguntarle a mi tío Rafael…
En todo caso, la comparación que los poetas de antaño hacían, tiene más sentido para mí ahora. Todas aquellas lágrimas y penas que me causaron los ires y venires de mis hijas durante la adolescencia, época difícil y turbulenta para algunos, fueron como espinitas que aunque no causaran daño permanente ¡vaya que sí dolían!
Pero hoy día las niñas se han convertido en personas maravillosas que me llenan de alegría y de risas…¡aquellas espinitas son ahora rosas fragantes y hermosas!
Pero me surge una duda. ¿Todas las espinas se convierten en rosas? Tal vez no, creo que algunas siguen siendo espinas para siempre. Y de ser así, ojalá que la belleza de las rosas florecidas logre que las espinas necias nos importen cada día menos.
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