Ella está frente a aquella ventana que la conecta con el mundo, miles de escenas pasan frente a sus ojos, junto a lágrimas ajenas e histerias múltiples que ya no conmueven su corazón. Ahí está, mientras espera lo inesperado.
Se rumorea por las calles que hoy es el fin del mundo. Ella recuerda la infinidad de veces que escucho lo mismo, por lo menos una fecha al año suele ser el fin del mundo, sin embargo la vida no se detiene, y los eventos pasan y pasan sin que el mundo encuentre su fin. Nada cambia, los problemas son los mismos, la sociedad de la televisión siempre con los mismos escándalos, con más gente afectada e inocentes sufriendo. No le interesa saberlo sólo sabe que hay gente sufriendo pero de todas maneras ya no se perturba.
La espera, como siempre y hace bastante tiempo, la inmoviliza frente al aparato de televisión, ya no sabe lo que espera, ya no sabe si está aburrida, ya perdió la razón del tiempo, ya no entiende lo que pasa, su mente se fue de paseo y nadie sabe dónde encontrarla ni siquiera ella misma.
Gente enloquecida grita en la pantalla contra algún gobierno. Personas convertidas en maniquíes caminan frente a las cámaras mostrando sus cuerpos cubiertos o descubiertos en la gran vitrina de comercio internacional ¿sufren o son felices? Nadie conoce sus pensamientos detrás de las máscaras de sus disfraces de muñecos. Ojos llenos de tristeza o de rabia de niños que corren por las calles tratando de ganarse la vida, no importa a costa de otras.
Ella sigue frente al mundo sin mostrar emoción alguna, pasan historias irreales sobre muchachas pobres que de repente y por azares del destino se convierten en grandes damas en una especie de sortilegio de la vida, eso nunca le pasa a ninguna vecina pero las reacciones y emociones que muestra esa gente dentro de la pantalla son las mismas que alguna vez ella y alguien más sintió. Milagros predecibles sucediendo a uno u otro sujeto sin razón alguna junto a hazañas increíbles realizadas por personajes cotidianos.
Riqueza y pobreza se pasean de la mano, riqueza y pobreza pelean a gritos y golpes, riqueza y pobreza se paran frente a frente intentando comprenderse… y el mundo gira.
Las escenas pasan y pasan y el fin del mundo no llega tampoco lo que espera.
No hay emociones, no hay sentimientos. “Jugar con emociones y sentimientos es una gran ruleta rusa donde cualquiera, en el momento menos esperado, sale lastimado por una mala apuesta”, piensa ella en medio de su mutismo. Se lo habrá enseñado la experiencia.
En su espera ya casi sin esperanza y junto a todo lo que pasan por la pantalla de televisión, se confunden las imágenes que pasan dentro de su cerebro, y enreda los hechos mezclando la realidad con la fantasía, sin mostrar preocupación por ello.
La espera continua sentada frente al televisor sin saber qué es lo que realmente espera, ya lo olvidó.
¿Cuánto tiempo paso? Ya nadie lo sabe pero ella sigue esperando cuando él ingresa en la habitación algo inquieto por la respuesta que recibiría. Se acerca a ella para sorprenderla pues no demostró haberlo escuchado al entrar. Al acercarse se da cuenta que tardó demasiado. Ella había muerto en la espera, sentada frente al televisor. Y el mundo seguía girando.
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