¿Y LAS ZAPATILLAS MR. WAITS...?
(Cuento corto)
DANIEL O. JOBBEL
(Indiscreciones de mi pie izquierdo)
Ese blues lo funde todo ante mí. Me muevo lento al compás de su ritmo lacónico. Desde una ventana ancha todo lo bello he mirado sin prisa. Desde aquí abajo veo como un humo de cigarros flota ante mí y el lento blues de Tom Waits alcoholiza un poco más el día. Aún espero a quién no se ha ido, a quién ya no vuelve, como el río. Leo en ellos como en páginas escritas, atravieso sus órganos opacos, su piel, el susceptible hilado de nervios. Es lo de siempre, lo de cada época: entre vivir o morir, a veces elijo callar y aceptar la infantería.
La mente comienza a divagar, su temperatura corporal desciende y de a ratos en un estado similar al trance. Un tipo estaba leyendo un libro: " Lo que dice cada cuerpo " (manual de lenguaje corporal escrito por el ex agente del FBI Joe Navarro) el cúal objeta que los pies son la parte más sincera del cuerpo. "Con la cara, mentimos. Es el peor indicador de la sinceridad. Y, a medida que bajamos, el cuerpo se vuelve más y más sincero”.
El ego se me subió a lo más alto. Alquien al fin hace causa justa con mis congéneres.
Lo absurdo: ¿La revolución se hará en zapatillas? Ustedes saben bien que con el otro no estoy de acuerdo. Lo mío pinta para la siniestra y se sabe. El otro es derecho hasta los huesos como viejo inglés. Si tropieza allá él. Nos damos los datos suficientes como para estar ahí, en ese mosaico gastado. Nos necesitamos uno al otro. Hacemos nuestro trabajo como hormiga, cerca uno del otro pero a la vez distanciados. No nos metemos en las obligaciones del otro. Aunque sí abdicamos ante lo que nos dicta la de arriba.
Otro absurdo es: Si la modernidad impone que las luchas sociales se resuelvan en las zapaterías, ¿se vale lo que se calza? Ustedes saben que el zapato lo obliga al pie a mentir, lo hace cómplice. Lo pies presos piden pedicuro, los libres no. ¿No será hora de consultarle al pie si quiere vivir de otra manera? Desde aquí abajo se ve todo diferente. No he nacido para vivir encerrado todo el día en unos mocasines, o por caso abotinados con esos ojitos de cobayos que miran hacia arriba.
Cuando el sol quema en su negrura más brutal regresan los bárbaros a encarcelarnos en esos reductos, a atar el empeine, a tabicar las callosidades: oasis burladores del tiempo. Así son los zapatos. Se burlan todo el tiempo de nosotros. Sin embargo se habla de todo menos de los pies. Ese que centímetro a centímetro recorre el mosaico. Y a paso de cristiano de izquierda a derecha porque, al decir del slogan: "Va en tu mismo sentido".
De pronto, lluvia desprendiéndose del cielo. Pero de los pies, de nosotros nada. ¿Que carajo les pasa? ¿Y la zapatilla Mr. Waits? Es el fetiche juvenil definitivo. Pero ahora, también objeto de arte y termómetro social o ideológico, dice mi amiga, la boca, como 'La maga' después de haber aspirado corticoide. "Si la ropa interior simboliza la autoestima y las gorras, la ideología, el calzado representa el poder: mirás a los pies y sabés cuánto tiene una persona".
¿La ideología por el piso? Hace señas la mano para que le entienda su mudez. Pero no sé si fue casualidad o el capricho de un diseñador... Hoy, en época de espíritu setentista y "zurdaje" (según mi amigo Pettinato), ¿para dónde debería mirar la flecha? Si es auténticamente retro, hacia la izquierda. Las burlas en su contra son una 'ironía'.
Y uno viviendo dentro de un zapato parece un tipo desgraciado. Esa de arriba se cree que todos somos disciplinados como ella, tenemos que andar detrás de lo que a ella se le ocurra, y no es así. Mírense los pies señores y digan si me equivoco. Con todo respeto hacia la de allí arriba, digo que a veces le falta un tornillo. Porque ella no sabe a todo lo que condena un zapato al pobre e insignificante pie. Sí estoy de acuerdo con usted: qué hay lindos y feos. Es como todas las cosas. Pies con dedos uñosos, intransigentes; otros largos, desgarbados con juanetes al medio. Cayos, pie de atleta, y el mismo pie plano. Eso ya lo sé.
"¿La revolución se hará en zapatillas?" se le oyó a una boca. "¡Son racistas!", sancionó otra con un helado en la boca, y gritaron otros: los que protestaron contra el último modelo de la "yellow series" de las tres tiras, representado con un personaje de ojos rasgados, dientes torcidos y corte de pelo taza. Prefiero clásico argentino, y al pie uno se excusa: En realidad, va para adelante. Evidente:"Nadie quiere a un asiático enojado". Otro artilugio para el absurdo.
Pero le digo, usted no sabe lo que se sufre en esos con ojitos de caimanes y los cordones asfixiando el empeine. Con todo respeto, a usted y a esa de arriba le digo que daría todas las gambetas de Maradona y todos los goles de Messi, por caminar un ratito despacito en la arena, suelto de huesos y con la libertad de un demócrata. Fíjense que el hombre descalzo pisando el pastito, regando sus plantas es como un animalito alegre suelto de todo esquema.
Algo contrario a lo que me pasa con la botas. "¡Ahí vienen las botas Mr Waits!", se dijo como metáfora del apriete policial y, si hubo que decidir para dónde disparar, se pudo buscar una/dirección/mirando/al/suelo. Me permiten ustedes ¿Usted señora? ¿Usted varón? Miren la suela de esa, asemeja a las orugas de un viejo Panzer alemán. El caso es que otro muerde el polvo en lugar de uno. Así calzado los pies se pierde los ascos y los miedos. Es que la suela es como una topadora que goza aplastando todo lo que encuentra a su paso. ¡Oíd mortales, libertad, libertad! Se va haciendo camino al andar y sino pregúntele usted a esos inmigrantes africanos que quieren saltar a Europa...
El viento no se ve, sólo vemos lo que arrastra consigo lo que doblega como el amor. Y yo arrastro el zapato todas las mañanas cuando esa me lo pide. ¿Quién se acuerda de los juanetes? ¿Que les puedo yo aconsejar a ellos? ¿O a esa uña larga del dedo gordo? ¿Y los cayos? ¿Sí, a usted le pregunto, y a los cayos qué?, que me molesta todo el tiempo dentro de esa bitácora de cuero. Fíjense que por ellos uno se priva de sentir la redonda de cuero en plena piel. Matar la pelota que viene alta entre el empeine y los dedos desnudos es un placer único. El que sabe parar así podría ser torero. Levanta la cabeza como mariscal de turno y mira la plaza después que el toro se ha frenado a un par de pasos entregado. ¡Reaccionen ustedes los mortales! Los dueños de la inventiva, de la paradoja, de la estirpe. Decía que con el pie ocurre lo mismo. Ser libre esa es la consigna. Esa felicidad del pie, que no la comparte con su zapato, se va al diablo. En cambio, un pie lastimado, tiene su redención. Como los pies de Cristo, señores. La lastimadura hace a la grandeza.
¿Vino la revolución? El alcoholizado Tom canta un blues.
Imagino Mr.Waits: El rehén pudo escaparse y alertó a la policía, que llegó poco después al lugar y resolvió evacuar todos los edificios de la cuadra mientras comenzaba las conversaciones para el entregue. El zapato terminó ubicado debajo de la cama, quiso huir pero no pudo, no tenía con qué. El pie había sido liberado. Pero que no se culpe a nadie por esto.
Sí un pie es indiscreto y pide explicaciones. ¿Vos se la daría?.-®/i>
|