La palabra precisa


Cine, sueño basado en la realidad, no podría ser de otra manera. No veo House, eso es todo, ni tampoco Emergency. Ni nada que tenga que ver con hospitales, ni con médicos ni enfermeras porque para muestra un botón. Quiero decir, que ya tengo material suficiente para contar bonitos poemas surgidos de oscuros lapsus sanitarios con lindas anécdotas.

Recuerdo el día que aquel anciano, cuando el orto (y aquí podría adoptar doble acepción) invadía las diáfanas paredes de la habitación en una fría mañana de invierno, me dijo una sola palabra que me desgarró, me dejó de piedra. Sentí una náusea, si ya las sentía antes por la técnica que estaba realizando, en caso de "la náusea" fue porque el tipo me hizo sentir como me llamó. Ese instante quedará en mi mente como aquel otro en el que una esquizofrénica me dijo puta mientras le pinchaba la nalga a la que por cierto no le respondí de forma profesional pero le callé la boca. Prosiguiendo con la mañana del solsticio, introducía mis deditos... realizaba un tacto rectal (sin más explicaciones que no quiero caer en escatología alguna) al susodicho, por cuestiones de alteraciones en el tracto intestinal, que no vienen a cuento. El tipo giró la cabeza, me miró a los ojos y sin gritar, pero puntualizando bien a cámara lenta me dijo "G U A R R A". A mi casa me marché, resonando en mi cabeza G U A R R A que se fue transformando en un GUARRA y en un guarra y en un ... hasta que me dormí. Pero apareció en mis pesadillas matutinas (no durmáis de día si podéis) hasta que al día siguiente llegué al hospital de nuevo, es lo que tiene trabajar tienes que volver una y otra vez al mismo sitio. Al mirar la pizarra, justo en la 627, sólo quedaban los restos de un nombre a penas visible. Pregunté y me dijeron que había muerto. Tal vez su última palabra fue G U A R R A, tal vez se murió de gusto, tal vez le pareció tan deshonesto que no levantó cabeza. Y al final me creí la palabra.

La mayoría de las veces esos queridos pacientes tienen la palabra precisa en el momento correcto (emulando a Silvio Rodriguez) Y es que captan todas y cada una de las palabras que nosotros los sanitarios caracterizados por un aura sanadora de todopoderoso decimos, sin apreciar que lo que portamos en una cama es una persona y no esta sorda, para su horror. Fue hace ya 10 años tal vez, en medio de un pasillo, dirección al ascensor para subir a la unidad de cuidados intensivos. Un celador, un médico, una enfermera (quién si no, pues yo) y una cama con paciente con desfibrilador y con un objeto llamado bomba. Una bomba de perfusión por supuesto, no era una granada ni una bazoca como seguro imagináis. Y el tipo no hacía más que escuchar la conversación entre la enfermera y el celador con cierta preocupación. "Coloca la bomba entre las piernas"sin mirar ni el nombre del tipo que además llevaba un infarto de tres pares de narices, decía la enfermera sutilmente. El celador añadía que no podía porque no había espacio "Mejor ponerla al lado de la cabeza"como si la cabeza fuera de atrezzo "En los pies tampoco cabe, este hombre es muy grande" con el hombre mirando como si jugáramos al pinpon "Pues no sé dónde poner la bomba entonces" A todo esto el médico, con la mano en la puerta del ascensor para que no se cerrara, con ademanes de ¡estoy hasta los mismísimos de vosotros dos, me quiero ir a dormir ya! Al final, el pobre infartado dio un grito, quedó plasmado en el monitor que parecía artefactado registrando toda la furia del individuo como el mismísimo Tarzán (luego los llaman pacientes) Y dijo así "Me da igual que la ponga aquí o allí o al otro lado pero por favor paren ya con la bomba que va a estallar" Esta vez no fueron las últimas palabras que dijo, pudimos descansar todos.

Pertenece a la columna titulada Esto no es House de http://www.tintavirtual.net/index.php de iolanthe.