Oh fiera independiente de la casa,
/ arrogante, vestigio de la noche, /
perezoso, gimnástico y ajeno,
/ profundísimo gato, / policía secreta de las
habitaciones,/ insignia de un desaparecido
terciopelo... Oda al gato. Pablo Neruda
A mi gato se le encienden los ojos como dos bombillas. A veces le digo que toque una mazurca y él la toca para mí. Es un gato melómano y, sobre todo, comprensivo, parsimonioso y siempre está pensando qué es lo que más me agrada, para hacerme el gusto. Es un gato culto, voluptuoso, sensible a cualquier insinuación. Yo diría que incluso da la impresión de ser un gato con una inteligencia fuera de lo común. Es, por supuesto, rápido, ágil, resuelto. Se desplaza con elegancia por las altas habitaciones y por los sótanos. Tiene lugares secretos desde los que vigila y rumia su melancolía. Hace periplos desconocidos por la ciudad y luego regresa a horas inciertas. Se descuelga de las nubes y baja por las chimeneas. Le gusta dejarse acariciar, sobre todo en el cuello y te devuelve las caricias con infinitas lamidas. Entonces yo le cuento mis cosas y él, en ocasiones, me cuenta también las suyas. Claro, usted podrá pensar, que digo todo esto de manera interesada, pero no es así. Mi gato tiene un violín en la boca, no es distante ni frio y dice «¡miau!» con tal grado convicción melódica que disipa cualquier duda sobre su identidad. Se lo digo yo, que soy su gata preferida. |