El huaso Raymundo y su ahijado Emeterio
(O a falta de pan…..)
(Cuento mas largo) Primera parte…
Allá va el huaso Raymundo
Buena manta buen apero,
(Cueca del folclore)
Metido entre los cerros del litoral de la zona centro, vivía Raymundo con su mujer, la Rosita, sus dos hijas, la Rosa y la Flora, tres perros entrenados en arrear las ovejas, varias gallinas, algunos patos, algún ganso y al laito de su casa una pequeña huerta que cuidaba la Rosi con sus dos hijas, en ella no faltaban las flores, varios rosales, un cedrón para colocar al mate o p´a una agüita caliente luego del almuerzo.
Hombre de campo Raymundo, inquilino de a caballo en el fundo aquel; predio ganadero dedicado a las ovejas. Desde siempre la Rosi y el Raymundo han vivido en la zona, los padres de ambos también trabajaron de inquilinos para los mismos patrones, allí se conocieron hace muchos años, se enamoraron y casaron, la Rosi una china de cabello negro y largo que peinaba con dos trenzas que le caían sobre los hombros, de grandes ojos negros, alta morena, cinturita de abeja decía Raymundo, alegre y contestaora la Rosi, nunca se le quedaba callada a nadie, más tarde a su marido tampoco.
En las fiestas del fundo: para los 18 de Septiembre, luego de la trilla o esquila, en los rodeos y en alguna otra que se me olvida, llegaba Raymundo vestido de huaso y la Rosi con su vestido floreado.
Raymundo, dicharachero en las fiestas, siempre piropeando a la Rosi, a otras también.
“Esa niña que baila
se me figura,
que le pasaron lija
por la cintura”….. ella se reía nada más
“Cinturita delgada
como de alambre ….seguía el Rey como algunos le decían
cada vez que te miro
me muero de hambre” .. y miraba a la rosa con picardía, ella coqueteaba con él.
“Cinturita de delgada
como de cuero
cada vez que te veo
casi me muero”… luego, pedía le cantaran un par de pies de cueca p´a “bailar con su rosi”, ella le decía, “yo no soy de naide aún”.
Se veía bien el huaso decía la Rosa, a ella le gustaba que se colocara su ropa de fiesta campesina; si era primavera o verano; tenía su sombrero de teatina, de trenza apretada, alón, de hechura andaluza, en invierno, su sombrero era negro de paño, una camisa a cuadros, rojo, blanco y azul, sobre ella, un chaleco, blanco para el verano y negro para las otras épocas, ambos con una corrida de botones de concheperla, diez o doce en cada manga, además una manta corta negra con franja de colores, verde, rojas y blanco, pantalón negro con rayas grises, con botones de concheperla en los 4 bolsillos, afirmábalos con una faja tricolor y sobre ella un cinturón de cuero de vaca, negro con blanco, la hebilla de bronce en forma de herradura, al lado derecho y lista para sacarla en cualquier emergencia pendía una cortaplumas de buen filo y para finalizar la vestimenta, zapatos negros con punta y un taco de unos 6 centímetros de alto, un juego de espuelas de 5 pulgadas cada rodaja, las piernas las cubría con un par de polainas negras que le llegaban mas arriba de las rodillas, con flecos de tientos de cuero a ambos lados, jamás le faltaban dos o tres pañuelos blancos, “pañuelitos cuequeros” decía que eran; uno para su mano y el otro colgando de un bolsillo del pantalón o en la pernera negra; Raymundo decía que siempre había que tener dos o tres, uno para la china si es que anda sin él, o si bailando, se le cae a la mujer, hay que pasárselo de inmediato, para luego, en la primera vuelta sin que se de cuenta la gente que mira, recogerlo y colocarlo en la pierna o el bolsillo, el otro para usarlo él. Pañuelo en mano buscaba a la Rosa le daba el brazo y “a la cancha mierda” le gustaba decir, el paseo lo iniciaba en cuanto comenzaba a sonar la guitarra, marcaban su territorio en el paseo con dos vueltas, se paraba uno frente al otro esperando que las cantoras empezaran a cantar. Si no habían más parejas en la pista, él comenzaba a invitar, decía que “en la cancha se ven los gallos”, tañaban la cueca con las manos, y como no hay plazo que no se cumpla, comenzaba el canto, y Raymundo empezaba a rodear a su Rosa, el pañuelo del Rey en lo alto como la misma cresta del gallo, con la otra mano afirmaba el sombrero, le hacia la rueda a la Rosi y ella, con picardía y coquetería campesina, con una mano, acercaba el pañuelo a la cara para no mostrar mucho su sonrojo provocativo, con la otra, colocada en la rueda del floreado vestido poco a poco le iba mostrando la pierna, pero, solo un poco, y así iba sucediendo la cueca, lo mismo que el gallo y la gallina, que el palomo y la paloma y que el pequén que arrastra más el ala que otras aves, luego el zapateo, ella suave y el Rey si casi se le enredaban las espuelas, pero no, era una buena pareja, “guen dar que baliaban lindo los dos”, decían los que miraban, cuando terminaban las cantoras, ahí mismo se quedaban, por que, como “no hay primera sin segunda” seguía el rasgueo de guitarras, algunos, ya con trago, seguían el ritmo con las manos o tamboreando en las mesas. El Rey, pedía vino p´a la sed, si no llegaban luego los vasos en las manos de los mirones, decía el huaso ladino, por que caramba que era ladino Raymundo, “no los mojen , no los mojen, no sean mojones chiquillos”, al llegar el primer vaso, le invitaba el primer traguito a su Rosa, luego él, mirando al cielo y luego bajando la vista al suelo, se inclinaba y “le daba de beber a su tierra”, según decía, cuando ya se hacía la noche, miraba la luna y le decía a su china, “hagamos con la luna queso y con las estrellas quesillo, hagamos crujir los calzones juntitos a los calzoncillos”… Yo te voy a hacer crujir la espalda de un palo le decía su Rosita, y la fiesta continuaba con sus cuecas, cumbias, rancheras y guarachas, bailadas como solo se baila en estos campos, y seguía corriendo el vino y la chicha …. Seguirá con otra patita.
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